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Un México violento
Porque nos la quitaron
A propósito de su nueva obra, Los nombres de Feliza, el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, defiende el valor de la novela para retratar las emociones de un personaje real, más allá de los datos duros.
“Para mí el novelista es un historiador de las emociones. Todo lo que se cuenta en este libro ocurrió, pero es una obra de ficción porque imagina el mundo interior, la conciencia, las emociones, la psicología de una mujer que lleva 40 años muerta”, asegura Vásquez en entrevista.
El libro, editado por Alfaguara, gira alrededor de la vida de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, una mujer de espíritu libre que murió en enero de 1982 en París en una cena con amigos, entre ellos Gabriel García Márquez, quien escribió: “Murió de tristeza”.
Esa frase despertó una obsesión en el joven Juan Gabriel, quien desde entonces se sintió cerca de la artista, cuya vida investigó para contarla como novela.
“Darle un orden a las cosas que le pasaron, un orden narrativo. Todo eso forma parte de los privilegios del lenguaje de la ficción. Y yo he escrito esta novela porque hay ciertas cosas que una biografía no hubiera podido contar”, señala.
Feliza Bursztyn se casó a los 19 años con un hombre controlador. Desobediente de las reglas sociales, apostó a su arte y burló la sociedad machista. No perteneció a ningún partido, pero simpatizaba con la izquierda, por lo cual sufrió acosos adicionales.
“Todo eso la convirtió en una figura de tensión y de enfrentamiento y la obligó a hacer grandes y pequeños ejercicios de rebeldía para tratar de definirse a sí misma en sus propios términos”, explica Vásquez, ganador del premio Alfaguara de novela del año 2011.
En un periodo de 27 años, el autor soñó con Feliza, se enamoró de ella, se desenamoró y, según afirma, llegó a conocerla como pocas personas conocieron en vida a la colombiana.
“Todo eso provocó que publicar la novela sea al mismo tiempo un vacío, porque ya no está ese fantasma conmigo, ahora está metido entre las páginas del libro”, revela.
García Márquez, uno de los maestros de Juan Gabriel, es un personaje de la obra, lo cual aprovechó el autor para en determinados momentos poner en boca de los protagonistas frases lapidarias, al estilo de las del Nobel colombiano.
“Me divertía que en una novela en la que Gabo es una presencia constante, hubiera algo de sus juegos para que el lector los sepa reconocer”, confiesa.
Para escribir de Feliza, Juan Gabriel Vázquez se fue a París. Intentó seguir los pasos de la artista en la escuela donde estudió escultura, pero el acceso era restringido a los estudiantes. Entonces, tomó una decisión que retrató su compromiso con la literatura: se inscribió en las clases.
“Esto es un rasgo del fanático realista que soy. Y también parte de mi lado periodístico. Todas mis novelas parten de un acto de reportería o de entrevista y también en el sentido de hacer una especie de inmersión en los paisajes, los escenarios que el personaje conoció” explica.
Tal vez la experiencia más dolorosa fue interrogar durante horas a Pablo Leyva, marido de Bursztyn cuando ella murió.
“Fue difícil pedirle a una persona que recordara algo que le hizo daño. Y que lo recuerde para que se vuelva inolvidable en un libro. A veces me sentí entrometido y era él quien me autorizaba para seguir”, comparte.
Gracias a la generosidad de Leyva, a su memoria prodigiosa y a su voluntad de rescatar a Feliza del olvido, Vásquez sacó su mejor lado de contador de historias.
En Los nombres de Feliza, Juan Gabriel investiga si de verdad la escultora murió angustiada. El resultado es una crónica de la tristeza sobre una mujer irreverente en un mundo desconfiado de las mujeres.
HISTORIA. El libro, editado por Alfaguara, gira alrededor de la vida de la escultora colombiana Feliza Bursztyn, una mujer de espíritu libre que murió en enero de 1982 en París. (Foto: Agencia EFE)
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