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Asalto en despoblado
Espinoza Licón
El laureado escritor mexicano Juan Rulfo, nació un 16 de mayo hace cien años. Unos dicen que en Sayula, él dijo que en Apulco, y hay una gran confusión al respecto, pero lo cierto es que fue al sur del estado, en el seno de una familia hacendada que lo perdió todo en la Guerra Cristera. Después de ello, Rulfo fue enviado a Guadalajara a un internado, pero sus residencias siempre se lograron por periodos reducidos porque sus constantes migraciones a la capital del país, a la ciudad más grande del mundo.
Pese a ello, fue en Guadalajara que Rulfo publicó sus primeros cuentos y donde, tiempo más tarde, contrajo matrimonio con Clara Aparicio.
Al seguir sus pasos, encontramos a un Rulfo en constante ida y vuelta, desde la infancia que recordó siempre amarga, adentrado en la vida bohemia de la ciudad, en su escondite ermitaño y luego, en los más floridos paisajes del enamoramiento.
Donde Rulfo cursó los primeros estudios en la ciudad. Se trata del internado en el que fue inscrito poco después de la muerte de sus dos padres y su abuelo. El edificio data del siglo 18: Fue un claustro para monjas en 1760, un cuartel militar en 1861, el orfanato del Sagrado Corazón para varones en 1887, hasta ser el Colegio Luis Silva.
De esos años, en una entrevista para la televisión española, Rulfo contó haber vivido ahí los años más crudos de su infancia. “Era una correccional. El único orfanato que existía y a los ricos de Guadalajara los internaban ahí como en una cárcel correccional. Nosotros que veníamos de los pueblos, lo tomábamos todo como cosa natural. Pero para muchas personas, sobre todo hijos de gente pudiente de Guadalajara, la forma de castigar a sus hijos era metiéndolos a este orfanatorio. Era terrible la disciplina, el sistema era carcelario. Lo único que aprendí fue a deprimirme, fue una de las épocas en las que me encontré yo más solo y donde conseguí un estado depresivo que todavía no se me puede curar”, dijo entonces, “fue un año difícil. Ahí me aplacaron bastante”.
Después de varios años en el internado, por influencia de su abuela, la única familiar que se hacía cargo de él, Rulfo ingresó al seminario, el que se encontraba en ese entonces en el inmueble del centro histórico que por muchos años fue la sede de la 15ª Zona Militar. Hasta 1912, la vida de la institución transcurrió en relativa calma. Después, por la cristera tuvieron que cerrar las actividades.
Rulfo estuvo ahí tres años, según sus biografías, y luego regresó a San Gabriel por una temporada. Después de eso, cuando ya contaba con 17 años quiso entrar a la Universidad de Guadalajara pero debido a la huelga, la institución cerró las puertas. Por eso en 1936 viajó por primera vez a la capital del país, donde ingresó como oyente en San Ildefonso en estudios de leyes y contabilidad. A los dos años de estar en la capital del país, entró a la Secretaría de Gobernación gracias a uno de sus tíos, a trabajar como agente de migración, ese trabajo le regresó en 1943 a Guadalajara para encargarse de la internación de alemanes e italianos debido a la Segunda Guerra Mundial.
“Nunca capturé a ninguno”, declaró muchos años después en televisión.
En esa época también publicó sus primeros cuentos en la revista América y en Pan.
En esta casa Rulfo vivió y escribió varios años, según describen expertos, en un cuarto en la parte trasera del recinto, cuando aún trabajaba para gobernación. Una casa que hoy se encuentra a unos metros del Club de industriales.
Según Lon Pearson, profesor que estudió sobre todo la obra fotográfica de Rulfo, y que residió cerca de esta casa, Rulfo visitó a su tía Lola en esta residencia durante más de tres décadas.
Eva Pérez Rulfo, su hermana, citada por Juan Antonio Ascencio en “Un extraño en la tierra: biografía no autorizada de Juan Rulfo, dijo: “Allí vivimos con su abuela María Rulfo Navarro y su hija, mi tía Lola. Yo hacía el aseo del cuarto de Juan y recogía cada día montones de hojas tiradas, escritas. Juan llenaba el cesto y los papeles no cabía. Yo tiraba todo. Mi tía Lola decía: tu hermano está loco. Quién sabe cuánto escribe y escribe y lo tira todo. Está loco”.
Por esa etapa también se cuenta, que Rulfo caminaba casi todos los días desde el parque Revolución hasta su casa.
“Caminaba mucho, tenía su cama, un escritorio, un librero, un aparato para oír música. Por la noche desde la casa se veía su luz, que estaba prendida toda la noche, y se alcanzaba a oír la música clásica que Juan ponía”, continúa en el mismo libro, Eva Pérez Rulfo en una entrevista.
Ubicado en la esquina de Juárez y Galeana (a contra esquina del Cine Variedades), las crónicas de la ciudad cuentan que ahí era también un centro de reunión de los intelectuales de la época. En este café Rulfo vio por primera vez a Clara Aparicio.
En una de las muchas cartas que intercambiaron en 1947, mientras él se encontraba viviendo por una larga temporada en la capital, Rulfo escribe: “¿Por qué estabas tú allí en el Café Nápoles?, y ¿por qué estaba yo también allí? ¿Y qué cosa fue la que me hizo saber que aquella chiquilla tonta llegaría a hacerse algún día la mujercita en quien uno pondría todas sus confianzas y todos sus bienes y sus males, aunque solamente fuera mientras durara la vida?
Calle Kunhardt 55
En las visitas de su noviazgo formal, Clara Aparicio le impuso a Rulfo una espera de tres años, que él aguantó sin cansancio. A esa casa Rulfo regresó en varias ocasiones con la familia de la que después fue su mujer.
Ya fue demolido el número 55, en donde se encontraba la residencia de los Aparicio. La calle Kunhardt hoy es Miguel Blanco.
En 1947, cuando residía en la capital, en octubre, Rulfo le escribe a su prometida una carta, en ella le confiesa que ha pensado regresar a Guadalajara. “A veces”, dice la carta, “en alguna noche, pienso en eso, y me llegan ciertos pensamientos de ese lugar en que vivía esperando la hora de ir a verte. Fue el mejor tiempo, en el cual Guadalajara era para mí el sitio mejor del mundo. Pero era por ti. Yo sé eso. Y es tal vez el pensamiento tuyo el que me hace que cada día sea más pesado y difícil aquí, en esta ciudad, donde me siento cada día más solo”.
Rulfo se casó con Clara Aparicio en 1948 en Guadalajara en el Templo del Carmen, frente al ahora Ex Convento, donde se casaba, dijo Rulfo alguna vez, la gente pudiente. Todos los preparativos para la boda y para el futuro siguiente se discuten durante varios meses en la correspondencia incluida en Aire de las Colinas, que fue publicado hasta el 2000. Según se sabe le propuso matrimonio en una de las bancas del parque Revolución.
Tuvieron cuatro hijos. Después de la boda ambos se mudaron de manera provisional a la Ciudad de México y aunque volvieron en varias ocasiones, fue allá donde detonó la actividad más importante de los oficios de Rulfo, que le demandaban viajar por largos periodos a otros estados del país y donde sus dos libros comenzaron a tomar su gran popularidad. Fue en la Ciudad de México donde Rulfo pasó los últimos años de su vida, acostumbrado a esa ciudad y a las costumbres que entonces desempeñaba.
Aire de las Colinas, Cartas a Clara Debate, Editorial Sudamericana y Plaza & Janés, México 2000
Noticias sobre Juan Rulfo: 1784-2003, Editorial RM-Universidad de Guadalajara- Universidad Autónoma de Tlaxcala-Fondo de Cultura Económica, México 2003
Un extraño en la tierra: Biografía no autorizada de Juan Rulfo, Debate, México 2005
Tríptico para Juan Rulfo, Editorial RM- Fundación Juan Rulfo, México 2006
EH/I