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Más de lo mismo en Tlaquepaque

En el concierto de las comisarías metropolitanas, San Pedro Tlaquepaque no se ha caracterizado por su proactividad, sino por su reactividad.

En el momento de la creación de la Policía Metropolitana de Guadalajara, la ex alcaldesa María Elena Limón incluso frenó un proyecto más ambicioso para ceder elementos policiales, pues en principio se contemplaba que el organismo público descentralizado tuviera el control operativo de los policías, pero ante la reticencia del municipio para integrarse, se modificó para que solamente realizara labores de coordinación.

Hasta ahora, la también denominada Metropol es un mito del gobierno estatal y de los municipales, porque no existe una policía única en la ciudad, si acaso un grupo de élite que no termina de conformarse ni de empezar a actuar, además de reuniones semanales para ir afinando algunos detalles. El nuevo esquema de coordinación de Guadalajara y Zapopan debilita todavía más el esquema metropolitano.

Recientemente, ante la anulación de las elecciones en Tlaquepaque, que dejó la administración local en manos de un concejo, y ante una escalada de violencia con una serie de multihomicidios y ejecuciones, el municipio pidió la ayuda de la Policía Estatal para “reforzar la vigilancia”, aunque no queda del todo clara en la forma que se están realizando esas labores de reforzamiento. El secretario de Seguridad, Juan Bosco Pacheco, fue muy ambiguo en su anuncio del 8 de octubre al respecto, y el comunicado de la Coordinación General Estratégica de Seguridad no aportó nada al respecto.

Tlaquepaque se ha rezagado en la formación de nuevos policías y capacitación de los existentes, completamente rebasado por Guadalajara y Zapopan, mientras que Tlajomulco, un municipio cuya comisaría hace 10 años estaba en ciernes, ha desarrollado sus capacidades a un nivel similar al de Tlaquepaque.

Es el único de los cinco grandes municipios metropolitanos cuya policía municipal ha sido completamente intervenida, porque en Tlajomulco hubo una intervención parcial e Ixtlahuacán de los Membrillos es mucho más pequeño en comparación con ellos. En Tlaquepaque ha habido casos de policías e incluso comandantes ligados a actividades de desaparición forzada vinculadas a la delincuencia organizada más que en otros territorios de la metrópoli, y los índices delictivos no han cedido tanto ante la pandemia como en el resto.

La percepción de inseguridad sigue siendo alta en las encuestas de victimización, los robos a camiones de carga pesada identifican al municipio por sus características viales, los almacenes que están instalados en él y la infraestructura disponible para los traileros. Son frecuentes los cargamentos robados localizados en colonias de la periferia de Tlaquepaque, pero no son exactamente buenas noticias porque la cantidad de robos es muy superior a las recuperaciones.

Con colonias completamente bajo el control del crimen organizado, donde organiza cacerías de rivales con letreros públicos que la Fiscalía del Estado ni siquiera reconoce, el territorio de Tlaquepaque es un gran foco rojo en materia de inseguridad que ahora, ante la insuficiencia de sus propios recursos, requiere un auxilio más insistente de la Secretaría de Seguridad.

No son nuevos operativos de reforzamiento los que necesita el municipio, con nombres rimbombantes como Odiseo o Tornado, sino un replanteamiento en general de la estrategia para que la sociedad pueda recuperar sus espacios públicos, su convivencia sana y su tranquilidad. Hay muchas propuestas de quienes contendieron con candidaturas en las elecciones anuladas que convendría que la próxima administración local considere seriamente, y no más de lo mismo.

JB