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Jalisco y Cataluña

Las alianzas más prósperas y longevas son aquellas que sellamos con quien nos unen vínculos históricos, políticos y culturales. Son los mejores cimientos para construir una empresa en común. Sin ellos, el proyecto goza de menos posibilidades para hacerse realidad. ¿Lo tenemos presente cuando pensamos en un acuerdo?

Esto que manifiesto rige tanto para particulares o empresas como para países y comunidades. Precisamente esta es la razón por la que, desde Cataluña, somos muy conscientes con quiénes debemos intentar tejer una alianza de futuro, y es así como miramos hacia Jalisco y su capital. No piensen que es la mía una afirmación gratuita para contentarles a ustedes. Es el producto de unos lazos que se han forjado a través de la historia y que los catalanes ni debemos ni queremos olvidar.

En nuestra memoria colectiva perdura la acogida fraternal que dispensó México a los refugiados de la segunda república española a partir de 1939 (nunca me cansaré de repetirlo) que huían del tiránico régimen franquista. Muchos de ellos eran catalanes. Recalaron en territorio jalisciense y aquí rehicieron su vida lejos de las miserias del fascismo. Sin perder nunca la fidelidad a sus orígenes nacionales, adoptaron una mexicanidad absoluta. Los apellidos Marull, Bru, Camarasa, Casanovas, etc. pasaron a formar parte de la cotidianidad cultural, política o empresarial de Guadalajara y de otras ciudades del estado de Jalisco.

Así pues, no es ninguna casualidad que la mayor colección de libros en lengua catalana fuera de nuestras fronteras esté ubicada en la quinta planta de la Biblioteca Pública del Estado de Jalisco. Es la Biblioteca Catalana Josep María Murià i Romaní. Como tampoco podemos ignorar que la primera vez que la literatura y la cultura catalanas fueron protagonistas de un evento de proyección global fue en la Feria Internacional del Libro (FIL) de 2004, de la que Cataluña era la invitada de honor.

Todo ello gracias a las habilidades del doctor José María Murià y del lamentablemente fallecido Raúl Padilla, galardonado en su día con la máxima condecoración que otorga el gobierno de Cataluña: la Cruz de Sant Jordi. Sin olvidar que nuestra capital, Barcelona, gozará del mismo privilegio en la próxima edición de la FIL de 2025.

Estas circunstancias históricas y de futuro que acabo de describir constituyen unas firmes bases para poder profundizar en diferentes tipos de relaciones entre ambas realidades: la jalisciense y la catalana. A partir de ahí, podemos y debemos hablar sobre cuestiones económicas, culturales, empresariales y también sobre como solventar retos comunes con éxito. Es una empresa apasionante que puede beneficiarnos a ambos.

Por todo ello, desde Cataluña, tenemos la pretensión de hacer realidad este ambicioso proyecto. Barcelona o Girona tienen la vocación y la ilusión de estrechar lazos con Guadalajara, Zapopan o Puerto Vallarta, por citar solo unos ejemplos. Unas relaciones que siempre han de ser de ida y vuelta. De la misma manera que la presencia catalana en Jalisco ha de colaborar a expandirla por toda la República, la jalisciense en Cataluña ha de servir para ayudar que los intereses de su estado, y los de todo México, puedan prosperar aún más en nuestra tierra y en Europa.

Siendo conocedor de los acontecimientos pasados y presentes de su tierra en favor de Cataluña, no tengo la menor duda que nuestros anhelos serán correspondidos por los mexicanos de bien.

 

jl/I