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Sobrevivimos a las campañas y a los partidos

Las campañas electorales que hoy concluyen han sido demasiado largas; muy cansonas por tanto bombardeo de mensajes propagandísticos, mentiras y dimes y diretes que poco aportaron; con millonarias sumas de origen oscuro destinadas a la guerra sucia contra unos y otros contendientes; con gravísimos casos de violencia hacia candidatos; con la intervención continua en el proceso electoral de la Presidencia de la República, con sus opiniones y descalificaciones; con propuestas de los candidatos que no satisfacen como posibles soluciones hacia los problemas del país; con grupos de las élites nacionales involucrados que ansían recuperar o aumentar sus privilegios; con medios informativos desnudados como actores políticos que se alinean, en buena parte, hacia un bando u otro perdiendo credibilidad; con políticos camaleónicos reacomodándose en los partidos, según les convenga; con un amplio sector juvenil que votará por primera vez e influirá notablemente en los resultados; con opinadores que consideran poco inteligente y manipulable a la población marginada; con autoridades electorales que se mantienen estables, pese al golpeteo; con una oposición de agua y aceite combinados, contradictoria, con liderazgos nacionales vergonzosos; con un partido en el poder poco confiable, convertido en un amasijo ideológico y con los oportunistas de siempre; con autoridades judiciales al acecho y prestas a intervenir en lo que podría ser una comedia de venganzas; con empresarios más activos desde su percepción ideológica; con un país hundido en la inseguridad, corrupción y crisis de derechos humanos, padeciendo problemáticas ambientales y en el sector salud; con debates entre aspirantes que recurrieron más a las acusaciones sin validar, que a proponer; con la certeza de que por primera vez conducirá al país una mujer, lo que significa un golpe al patriarcado y un importante avance para la democracia; con multimillonarias y dilapidadoras campañas de la partidocracia que rebasó los topes legales; con colectivos de familias con desaparecidos que, ante la insensibilidad oficial y social, buscan visibilizarlos en las boletas; y con la peligrosa incidencia de grupos delictivos que controlan zonas del país e influirán en votaciones, gracias a la impunidad de que gozan.

Han sido campañas con candidatos de perfil opaco, como sucede en Jalisco, donde el espectro que va de los convencidos a los fanáticos de cada partido o candidato intentó encajonar los pensamientos independientes, libres, críticos, plurales, en la silvestre presuposición de “estás conmigo o contra mí”, encubriendo posturas autoritarias. La palabra “cambio”, en el lenguaje de la política tradicional se comparó en las campañas a caer en el abismo o acercarse a un promisorio Edén, las cuales son visiones falsas y manipuladoras. Alentar el miedo entre los votantes es una agresión a la inteligencia política. Atestiguamos un proselitismo impositivo, de la lucha de mi dogma contra tu dogma, mi gran verdad contra tu ridícula verdad, tu corruptela mayor contra mi corruptela pequeña, en duelo de egos.

Pese a todo, el enorme aparato ciudadano involucrado en los comicios es uno de los mejores legados que nos hemos dado los mexicanos. Son ellas y ellos, 1.5 millones de funcionarios que estarán al frente de más de 170 mil casillas electorales, un bastión ejemplar de confianza, legitimidad y fortaleza democrática para acudir a votar este domingo 2 de junio.

X: @SergioRenedDios

jl/I