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Ricardo Anaya, crónica de un nuevo fracaso

En la elección intermedia del próximo junio, las principales fuerzas políticas de México –la oposición y la cuarta transformación– se juegan su futuro. Si Morena se impone y gana la mayoría en la Cámara de Diputados y logra el triunfo en un buen número de gubernaturas, el presidente Andrés Manuel López Obrador tendría un escenario a modo para impulsar las reformas e iniciativas que necesita, desde su perspectiva, para concluir la administración. La señal sería poderosa. Morena llegaría fortalecido a la elección presidencial de 2024 y con amplias posibilidades de repetir en Palacio Nacional. Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum serían los beneficiarios directos en este escenario. 

Por el contrario, si el galimatías que es hoy la Alianza Opositora –integrada por el PAN, el PRI y el casi extinto PRD– logra conectar con los electores y gana la mayoría de escaños en la Cámara baja y algunas de las gubernaturas más emblemáticas, el gobierno federal estaría frente a un panorama muy complejo. El referéndum que encarna la elección intermedia le estaría dictando un “no” rotundo a la 4T y a todo lo que ésta representa. 

En este contexto de polarización y pandemia, las redes sociales y los medios electrónicos tradicionales concentrarán casi en su totalidad la disputa electoral. El trabajo de tierra estará más limitado y supeditado que nunca. En ese sentido, la precisión del mensaje y la claridad de la comunicación tendrán un lugar preponderante en las campañas de posicionamiento y contraste. 

Morena y su líder nacional, Mario Delgado, entendieron a tiempo la importancia de incidir en la percepción de los electores y han desplegado una campaña muy bien articulada que explica, de forma puntual, lo que los partidos de la alianza representan en la historia reciente del país. Morena, más allá del caos que ha vivido con la selección de candidatas y candidatos, comienza a ganar la batalla de la comunicación, a imponer su narrativa y a generar reacciones de los de enfrente. 

No está de más decir que la figura emblemática y carismática de Morena sigue siendo López Obrador. En su legitimidad personal se sustenta la fuerza o debilidad del partido y sus candidatos. El problema para la oposición es que no disponen de un personaje que haga contrapeso a la carga y atributos emocionales de AMLO. Ningún presidente o gobernador de los partidos incluidos en el tándem opositor tiene la dimensión y el peso para enfrentarlo. Lo saben. 

Por eso Ricardo Anaya sigue siendo la figura antagónica a la 4T más visible. Sin embargo, parece que su equipo de estrategas y asesores no aprendieron la lección de 2018 y “han vuelto a las andadas”. Y para muestra, un botón. 

Recientemente, en una pieza de comunicación que se exhibió en YouTube, se observa a un Anaya sobreactuado, impuesto y lejano; intentando, sin mucho éxito, generar empatía con uno de los sectores más marginados del país: los campesinos. Anaya se muestra en el hogar de esta humilde familia no como alguien que comprende contextos y entiende las necesidades, sino como un pasajero en recorrido, un visitante de museo, cuya fabulación se materializa al transportar maíz y escuchar vivencias. El resultado es evidente. Un guion predecible cuya semántica se transforma conforme se acerca el final del video: de los “tiempos difíciles” a la “luz de la felicidad más intensa que nunca”. 

La ventaja competitiva de AMLO es su credibilidad personal, la de Anaya y la de cualquier otro opositor tendría que transitar en otro camino, por ejemplo, la eficacia o la determinación. A juzgar por el inicio de esta sui generis campaña, parece que Anaya, el PAN y la alianza estarían dilapidando una nueva oportunidad de llegar a la Presidencia. La crónica de un nuevo fracaso. 

Twitter: @cronopio91

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