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Luchas políticas y construcción de paz

A raíz de las amenazas, denuncias, descalificaciones, insultos e incluso asesinatos que rodean las actuales campañas electorales, en México surgen preguntas desde una perspectiva pacifista: ¿es posible pensar las disputas por el poder político como mediaciones para la construcción de paz? En el entendido que la noviolencia activa es un medio para el empoderamiento pacifista de la sociedad, vale la pena considerar algunas ideas propuestas por Gandhi.

La política es una responsabilidad de todos por todos, es la vigilante lucidez comunitaria anclada en una confianza mutua (aclaraba el abogado hindú), y añadía: el sabio no busca gobernar, sino empujar a la gente a la independencia, al gobierno de sí mismo. La autarquía es el mejor de los sistemas políticos y solo puede ponerse en marcha desde los ciudadanos, no desde el Estado. Cumplir los deberes con uno mismo es la base y garantía para poder comprometerse con los demás. Autogobierno (swaraj) es ser independiente del control gubernamental pues la fuerza de la verdad (satyagraha) radica en que el poder está en la gente y solo momentáneamente es confiado a quienes elige como sus representantes. Puesto que es en el pueblo donde reside la soberanía hay que educar a las masas para regular y controlar al poder. Servir a nuestras aldeas, no solo gobernarlas, significa contribuir a su autonomía. Cualquier otra cosa es un sueño vano.

La preocupación principal de Gandhi no era la confrontación con los ingleses, sino el ejercicio de la libertad política y económica de cada uno de los habitantes de la India. Construir autonomía como cultura, como civilización, con capacidades para hacer surgir algo diferente, para romper la concepción tradicional de Estado-nación centrada en la homogeneidad lingüística, histórica, étnica, educativa.... Por eso la no-cooperación (boicotear las leyes sin infringirlas) y la desobediencia civil (impugnar abiertamente el orden establecido) son medios pacíficos para transformar al Estado, para “luchar contra esa enfermiza idea de ser los dueños de las personas y de sus países”. Empoderamiento pacifista es la capacidad de reconocer al otro y cooperar con él, revalorizar sus metas, habilidades y recursos, respaldar las estrategias que sigue para gestionar los conflictos.

Sin embargo, entre los actores políticos está posicionada la idea de que el fin justifica los medios. Agredir, descalificar u obstaculizar a las contrapartes son reglas del juego político que han aceptado quienes disputan por el poder. Pero la óptica pacífica plantea otras reglas en coherencia con la ahimsa gandhiana: “no ser violento con ninguna criatura en pensamientos, palabras o en acciones (…) esto es mucho más que una cuestión de políticas concretas”. El medio debe ser de la misma naturaleza al fin que se persigue. Con ataques, discursos de odio, desconfianzas mutuas o eliminación de los contrarios es imposible cumplir los Acuerdos por la Paz firmados por los candidatos a la Presidencia de la República hace solo algunas semanas.

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