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“Paz imperfecta”: una manera de plantearse la construcción de paz

La preocupación por el mantenimiento de la paz a nivel mundial se fue consolidando al término de la Primera Guerra Mundial con el propósito de frenar las guerras entre las naciones. Era necesario propiciar el entendimiento y la comprensión internacional, respetar la autodeterminación de los pueblos.

En ese contexto nació la “irenología” para estudiar los factores de los que depende y con los que se construye la paz. Paralelamente fue creciendo el interés por comprender las causas y los dinamismos que mantienen los conflictos para vislumbrar cómo resolverlos constructivamente. En ambos casos la idea subyacente era tratar de erradicar o frenar el comportamiento destructivo de los seres humanos. A esta etapa del movimiento por la paz se le conoce como “paz negativa”.

Posteriormente, con la “paz positiva” se planteaba la importancia de trabajar para satisfacer las necesidades humanas a través de proyectos de desarrollo que favorecieran revertir las injusticias sociales.

A pesar de los avances que ha significado la creación de múltiples instituciones bilaterales (UNESCO, OIT, OMS…), no hemos logrado instaurar los baluartes de la paz en la mente y en los corazones de la humanidad. La producción y venta de armas “para la seguridad” continúa siendo la prioridad en muchos sectores de la población mundial.

Pensando nuevas alternativas (porque la paz debe ser pensada y repensada permanentemente) la “paz imperfecta” invita a tomar distancia tanto del idealismo asociado a una paz perpetua donde las armas serían silenciadas, como del inmovilismo al que conduce constatar las innumerables injusticias que se producen en el nombre del desarrollo o la democracia.

La “paz imperfecta” invita a asumir en su complejidad nuestra condición humana. Entiende que violencias, paces y conflictos son comportamientos que se entremezclan de manera complementaria y contradictoria en la vida cotidiana. Plantea que a lo largo de la historia han existido muchos más momentos de paz que de violencia y que es preciso documentar y visibilizar esos momentos para transformar la perspectiva violentológica en la que hemos sido socializados.

Es decir: tener claro cómo vivenciamos la paz, qué significados se le atribuyen, cómo es evocada o proclamada, cómo la pensamos, enjuiciamos y valoramos, qué emociones y comportamientos se derivan de ella, cuál es su funcionalidad, qué elementos culturales la instituyen y destituyen… Así mismo, invita a reconocer las múltiples mediaciones que tenemos para regular nuestras divergencias (instituciones, tradiciones, leyes, acuerdos, normas…) y a poner en duda nuestros modelos de poder basados en la imposición y la fuerza, para concebirlo como un potencial para la vida en común.

Se le califica de imperfecta para denotar su carácter de inacabada. Es una perspectiva que busca conseguir mayores niveles de equilibrio, armonía y organización tanto al interior de la especie como con el medio en el que habitamos. Ayuda a entendernos como procesos inacabados inmersos en las incertidumbres de la vida y la complejidad del universo. Tales serán algunos tópicos sobre los que girarán las discusiones del Congreso Iberoamericano sobre Paz Imperfecta: miradas disciplinares y transdisciplinares, que se efectúa en Bogotá este 16 y 17 de octubre.

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GR