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Campo y ciudad, ¿territorios en conflicto?

En un congreso de investigación para la paz uno de los ponentes afirmaba que “la paz o es territorial o no es paz”. Pero ¿cómo construir paz en un territorio? Al revisar la literatura, una forma de entender el territorio es considerarlo como elemento constitutivo del Estado, desde una perspectiva geopolítica; y una de las temáticas que surge de inmediato son las contradicciones que se viven entre el campo y la ciudad. ¿La vida en las ciudades es más pacífica/violenta que la que se vive en el campo?

Para algunos estudiosos las ciudades han venido a ser espacios fragmentados y dispersos donde lo urbano e industrial son las prioridades para el progreso y desarrollo; nodos de redes trasnacionales que están desconfigurando los vínculos históricos de las comunidades; escenarios que están destruyendo el alma de las personas y alterando la estética de la diversidad. Sin embargo, esta forma de ver las ciudades deja de considerar el papel central que juegan los procesos agroalimentarios en el mantenimiento de las megalópolis.

La desconexión sociedad-naturaleza en la que hemos sido formados los habitantes de las urbes impide preguntarnos por el origen y la calidad de lo que consumimos, los ritmos y condiciones como se producen los alimentos, las propiedades nutricionales y la forma balanceada de combinarlos… lo que deriva en múltiples patologías o enfermedades. Hemos dejado en el olvido los saberes de las abuelas sobre plantas y remedios, la función que cumplen los insectos en la producción agrícola, los equilibrios que mantienen los ciclos del agua y su importancia para las cosechas o los métodos que permiten regenerar la tierra.

Lo rural no es solo el paisaje, ni la reserva territorial con la que se cuenta para la industrialización o urbanización. Hacer las paces con el planeta significa revertir las fronteras ideológicas que nos han llevado a idealizar y contraponer a uno u otro lado de la moneda (ciudad vs. campo), reconocer los múltiples procesos urbanos y rurales que conlleva el acopio, la transformación, distribución y consumo de alimentos, así como el manejo de los desperdicios, respetar los límites y ritmos como perviven los bienes naturales, reintroducir a la naturaleza como fuente de conocimientos y valores (justicia, sustentabilidad, dignidad, paz).

Los valores naturales tienen valor por sí mismos, no solo como valores de uso o de cambio. Los valores ecosistémicos deben ir por encima de los estéticos o económicos. El diseño urbano demanda incorporar los procesos naturales como criterio para la toma de decisiones, diseñar vialidades que faciliten el traslado de alimentos sin que se echen a perder, promover y apoyar iniciativas como la construcción de huertos urbanos o parques agroecológicos, conservar la biodiversidad de los ecosistemas.

Lo rural y urbano están interconectados, son interdependientes. La sustentabilidad abarca el territorio, lo industrial, lo natural, lo tecnológico, lo cultural, lo jurídico. Paz territorial es entonces crear condiciones que garanticen que nadie pase hambre en los campos ni en las ciudades.

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GR