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El abogado de los amparos
Porque nos la quitaron
La no-satisfacción de las necesidades es considerada una de las causas de los conflictos y violencias, ya que se pone en entredicho la sobrevivencia de las personas y los pueblos. Pero ¿qué necesidades se deben satisfacer? ¿Las básicas o las de autorrealización que solo pueden pagar quienes tienen recursos? ¿Quién está obligado a satisfacerlas: el individuo, el mercado, el Estado, las iglesias…?
Desde la perspectiva pacifista de Gandhi se entiende que las necesidades son constitutivas de la imperfección y vulnerabilidad humanas, que la naturaleza ha dado lo suficiente para la satisfacción de todos, pero no para la avaricia de unos cuantos; que los productos de primera necesidad deben producirse en todas partes y circular lo menos posible, mientras que los objetos de lujo y obras de arte pueden ir y venir sin restricciones, y que la subsistencia de las personas es más importante que los bienes materiales. Así mismo, valoraba lo que es producido localmente por las masas, ya que es más ecológico y cada persona puede prosperar según su idiosincrasia.
Alejándose de la perspectiva homogeneizante e imperialista que enarbola el desarrollo-progreso-producción-crecimiento-riqueza, como lo planteaba el actual presidente de los Estados Unidos en su toma de posesión, Gandhi proponía que la política se entendiera como la responsabilidad de todos por todos basándose en la confianza al otro, construir ambientes no sofisticados para una vida equilibrada y ética, ordenar los cultivos de modo que cada comunidad pudiera bastarse a sí misma.
El universalismo enfatiza el rendimiento, el crecimiento desmedido destruye modos de producción anclados en la cultura, “progreso” no significa nada, sólo avanzar.
Galtung, en sintonía con Gandhi, consideraba que cuando las estructuras sociales impiden la satisfacción las personas se ven disminuidas en sus capacidades, que las necesidades no deben ser confundidas con los deseos, pues éstos son siempre insaciables, que las necesidades no son solo materiales, sino también emocionales o espirituales y que la paz positiva es justicia social.
Por su parte Max-Neef, economista chileno, aclaraba que las necesidades son unas cuantas y han sido las mismas para todas las personas a lo largo de la historia (subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad y libertad), que lo que varía son las formas de satisfacerlas según el contexto; que no son solo carencias, sino también posibilidades para ser, tener, hacer o estar y que solo pueden ser reconocidas a partir y en función de valores.
Esa combinación, ese flujo entre carencias y capacidades es el motor de la vida. Hambre, sed, vivienda, apetito sexual, movilidad, pensar, socializar, comunicar con los otros, mantener vínculos con la naturaleza, humor y descanso… son posibilidades para el desarrollo pleno de lo humano. Sin embargo, en aras del crecimiento, el ser humano ha perdido la noción de las dimensiones. Ningún sistema puede crecer indefinidamente. Todo tiene un límite. En asuntos humanos, lo pequeño es lo adecuado. Es urgente reconocer y potenciar los límites humanizantes (necesarios), dentro de los cuales las personas desarrollamos identidad, pertenencia, afecto, entendimiento, creación…; porque no solo requerimos de pan y agua fresca.
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GR