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Ratificación de mandato: desperdicio de poder

El problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes

Winston Churchill 

 

El poder tiene su propia lógica, como bien lo supo explicar Maquiavelo en su obra El príncipe, en la que daba cuenta de las estrategias fundamentales para acceder al poder, conservarlo e incrementarlo. Quien desea tener poder debe ser capaz de tomar muchas decisiones muy difíciles, más difíciles mientras más poder se maneja. Precisamente por eso el uso del poder tiene una ética, y uno de sus principios es que quien tiene poder debe utilizarlo, porque de otra manera creará un vacío de poder. 

Sin embargo, hay otra cuestión muy importante en este tema: ¿para qué se usa el poder? Quienes no leen con atención los escritos de Maquiavelo asumen que el poder es valioso por sí mismo, y por eso vale la pena acumularlo, como si fuera un tesoro. Sin embargo, el propio Maquiavelo explicó que la finalidad del poder era la construcción de la república, es decir, de aquello que pertenece a todas las personas. Entonces, el poder es valioso solo en la medida en que sirve para crear algo útil para el propio pueblo. 

En ese sentido, el afán de López Obrador y sus seguidores de promover la realización de un ejercicio de revocación de mandato a principios del año entrante, aún sin asignarle al INE el presupuesto necesario para llevarlo a cabo, solo se puede explicar si sirve para que el propio López Obrador acumule más poder. 

Y si el ejercicio de revocación de mandato tiene esa finalidad es porque la mayoría en el Congreso de la Unión aprobó que ese ejercicio, que debería ser ciudadano, aunque no lo es, se lleve a cabo sometiendo a consideración del electorado una pregunta que traiciona el espíritu de lo estipulado en la Constitución referente a la revocación de mandato, ya que en realidad servirá para que el presidente de la República sea ratificado en su puesto, algo que resulta inútil, especialmente si sabemos por las encuestas de opinión que su popularidad se encuentra por encima del 60 por ciento de aprobación. 

Lo grave de todo esto no es solo el desperdicio de recursos públicos, sino que el presidente está invirtiendo el poder que tiene en acciones que le permitan acumular más poder, mismo que no está utilizando en algo que sea útil. 

No niego que muchas personas se sienten reivindicadas con los dichos y hechos del presidente, pero, desde mi perspectiva racionalista, me parece muy poco ético de parte del presidente preocuparse por conseguir más poder, cuando no está haciendo lo necesario para que nuestro país, y especialmente los más pobres, a los que dice tener como prioridad, puedan salir adelante. 

Es decir, en vez de construir una paz positiva, que implica la posibilidad de que resolvamos nuestros conflictos de manera pacífica, creativa, y con beneficios generales, está dándole cada vez más poder al Ejército, el cual se mueve con su propia lógica, y ejerce su poder y sus recursos de una manera muy opaca, con lo que pone al país en una situación de mucho riesgo, si una sección importante se corrompe, como ya ha ocurrido en otros países. 

Tampoco ha hecho lo necesario para resolver el problema de la desaparición de personas y la impunidad, ni está sentando las bases para que el 5 por ciento más rico de México pague más impuestos, a fin de poder financiar bienes y servicios públicos con la calidad necesaria para garantizar los derechos humanos de todas las personas, en particular las más pobres, y abatir la desigualdad. 

El problema, me parece, es que López Obrador solo quiere acumular poder para pasar a la historia, no para resolver nuestros grandes problemas públicos. 

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Twitter: @albayardo

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