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Guadalajara, ¿casi el paraíso?

Hace ocho días que Guadalajara conmemoró el que arreglamos que fuera su cumple 481 y nos congregamos en el Centro principalmente para ver que el señor gobernador y el señor alcalde andaban de contentillo y casi del brazo, a pesar de que uno no parece aguantar que el otro lo suceda. Mas el suscrito fue principalmente para acompañar a Alberto Gómez Barbosa, uno de los mejores fotógrafos y periodistas tapatíos, a recibir muy merecidamente el premio Ciudad de Guadalajara.

Vale señalar que esta vez valía la pena, a diferencia de otras entregas anteriores en las que, por caso, fueron escogidos curitas petardos de la gracia del gobierno en turno. Además de su vastísima y espléndida colección de fotografías citadinas y de citadinos, Alberto ha sido un excelente periodista dedicado de manera especial a los temas locales y ha estado firme en todas las empresas cultuales tapatías. No de balde, casi simultáneamente, fue elegido presidente del corral jalisciense del Seminario de Cultura Mexicana, un tanto alicaído por cierto que, a las pruebas me remito, recuperará sus bríos bajo su dirección, máxime que va coludido por la doctora Angélica Peregrina, quien tiene un largo historial en hacer las cosas muy bien. La pareja es de primera.

Lleno de nostalgia Gómez Barbosa aludió a la Guadalajara de su juventud y primera adultez… No podía ser de otra manera: destiló miel y buenos recuerdos de lo cual nos relamimos todos los adultos avanzados que estábamos presentes.

No hubo quien no quedara satisfecho con lo que dijo. También hablaron Lemus y Alfaro, quienes lo hicieron sobre una paradisíaca Guadalajara que nadie reconoció. Un regadío de flores que reflejaban mucho más un deseo que una realidad.

La complejidad de la vida tapatía actual se quedó en el tintero. Por un lado la enorme inmovilidad ciudadana que abarca todos los rumbos durante el día, las calles vacías en la noche por el generalizado miedo a salir de las casas, la falta de aguas en secas y las inundaciones durante la temporada de aguas, los pleitos entre instituciones que dan lugar a no pocas manifestaciones a favor y en contra y, también vale decirlo, la ineficiencia de diversas instituciones gubernamentales…

Todo ello y muchas lacras más quedaron solapadas en los rimbombantes discursos de nuestras autoridades. Una porque quiere crecer, y no dudamos que tenga méritos para hacerlo, el otro porque no quiere decrecer a pesar de que también tiene muchos méritos para ello... Dicho de otro modo, las autoridades nos hablaron de una maravillosa y feliz ciudad que desconocimos: “casi la mejor del mundo”, se atrevieron a decir.

Después de la ceremonia todavía acudimos a la Rotonda a festejar a Valentín Gómez Farías en el aniversario de su natalicio. Aquí la “puerca sí torció el rabo”: desangelada, desastrada, con fallas en el micrófono y una asistencia que no llegaba a la docena de ciudadanos. Se supone que fue organizado por la llamada “Benemérita” Sociedad de Geografía y Estadística del Estado de Jalisco con la pésima colaboración de las huestes del H. Ayuntamiento. Solo valió la pena el discurso del presidente de la misma, aunque entrecortado por la pésima calidad del sonido…

Finalmente, salir de ahí, resultó ser otra aventura, pero de ello no tiene caso hablar pues resulta ser el pan nuestro de cada día de los tapatíos que vivimos en esta maravillosa ciudad.

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jl/I