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La ilusión de los gobernadores candidatos

El sábado pasado, en una reunión convocada por Salvador Cosío Gaona, el gobernador Enrique Alfaro Ramírez volvió a hablar de la posibilidad de buscar la candidatura a la Presidencia de la República. No es la primera vez que lo declara, pero lo hizo ante militantes de diferentes partidos, lo que hace creer que lo valora en serio.

Esta es la cuarta ocasión consecutiva en que el gobernador de Jalisco en turno se alborota con la posibilidad de la candidatura presidencial. Antes, también lo hicieron Francisco Ramírez Acuña –aunque por un tiempo más breve que derivó en su apoyo y hasta el destape en Jalisco de Felipe Calderón Hinojosa–, Emilio González Márquez y Jorge Aristóteles Sandoval.

En el caso de los tres ex gobernadores, las posibilidades de alcanzar la candidatura a través de sus respectivos partidos eran mínimas y su posición en las encuestas nacionales aún inferior. Pero eso no los desanimó.

Es el mismo caso de Enrique Alfaro. Incluso en las mediciones internas de Movimiento Ciudadano, aparece en el tercer lugar de tres, superado por el gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda, y el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas.

En el escenario que Enrique Alfaro logre imponerse al interior de su partido, por lo que Jalisco representa a escala nacional para Movimiento Ciudadano, hacia afuera sus posibilidades son ínfimas, porque incluso si los naranjas dijeran sí a la alianza con los partidos Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática, es claro que el gobernador de Jalisco no sería su candidato.

Además, de una forma u otra, Enrique Alfaro ha hecho declaraciones que permiten entrever su poco interés por incorporarse a la alianza. A esto se suman las versiones de que en la última reunión que sostuvo con el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, Enrique Alfaro se habría comprometido a que MC no se sume a los otros partidos, a cambio de que el gobierno federal le permita mantener el control político en Jalisco.

Pero además de la parte política, lo peor de que un gobernador se deje encandilar por el neón de la candidatura presidencial es el costo que tiene para el estado, tanto en la parte económica por lo que debe erogar para su promoción, como el descuido de las responsabilidades que los ciudadanos le confirieron y esa tendencia a ocultar bajo la alfombra la tierra de todo lo que está mal en Jalisco.

La falta de autocrítica y la omisión de los temas que más le duelen a Jalisco ya no son una novedad en los discursos de Enrique Alfaro. Pero el sábado fue también evidente que, entre su larga lista de autoelogios, no iba a permitir que se asomara el tema de los desaparecidos. Ese es un botón de muestra de cómo se elimina un tema que puede manchar a un aspirante a candidato.

Si en los cuatro años de su gobierno Enrique Alfaro se ha rehusado a admitir tres de los problemas que más daño hacen a los jaliscienses, como son las desapariciones, las fosas clandestinas y la crisis forense, seguramente será peor si se decide a ir a una preprecampaña.

Y eso solo por mencionar los problemas que son evidentes y han hecho crisis. Porque también están las otras fallas en diferentes áreas que van en aumento y que los funcionarios saben no deben inquietarlos porque el gobernador no permitirá que se los señalen.

Sí, las consecuencias de un gobernador con ilusiones de candidatura presidencial ya las hemos vivido y solo han significado pérdidas. Así que esperemos que, entre el ruido de los aplausos, alguien en el equipo de Enrique Alfaro levante la voz y le recuerde que logró ser gobernador y que le quedan dos años para enmendar su gobierno.

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jl/I