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Vitalidad del diccionario priista

Hace ya mucho tiempo escuché a alguien decir que ser priista no consiste en formar parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI), sino que es una forma de ser del mexicano. En otra ocasión alguien decía, a propósito de alguna transa, que todos los mexicanos llevamos un priista dentro.

El dominio de más de 70 años del PRI configuró una cultura que arraigó profundamente en gran parte de la población. La transa, la simulación, el influyentismo y el agandalle son atributos de esta manera de ser y muy especialmente de la clase política, independientemente del partido al que se pertenezca.

En el contexto actual el priismo aflora por doquier en los nuevos gobernantes y en la oposición. De ahí que vale la pena desempolvar parte del diccionario tricolor.

Acarreados. Personas que son llevadas a un acto político. Se les conmina a acudir ofreciendo canonjías que pueden ir desde un lonche y un refresco hasta otro tipo de privilegios. También se utiliza la amenaza. El que no va corre el riesgo de perder desde apoyos de programas sociales hasta el empleo.

Borregada. Grupos de personas que siguen incondicionalmente a su líder y lo defienden, diga lo que diga o haga lo que haga. No saben de matices ni pueden tomar distancia de los errores de su dirigente.

Aplanadora. Utilización de la mayoría legislativa para aprobar las iniciativas presidenciales sin analizarlas, sin debatirlas y “sin cambiar ni una coma”.

Chapulines. Políticos que brincan de un partido a otro de acuerdo con el contexto político y sin reparar en ningún otro criterio que no sea la conveniencia.

Caballada. Grupo de tapados. La frase se atribuye a Rubén Figueroa, gobernador de Guerrero en tiempos de Luis Echeverría, que al referirse a los tapados de la época dijo: “La caballada esta flaca”, para expresar que no veía a ningún candidato fuerte.

Cargada. Acción de sumarse de forma inmediata al destapado. Puede consistir desde ir a su domicilio o a la sede del partido a aplaudir hasta hacer declaraciones. Se trata de quedar bien con “el bueno” para lograr algún beneficio.

Dedazo. Es la acción mediante la cual el presidente elige a su sucesor. La decisión unilateral se disimula con convenciones, asambleas o encuestas a modo.

Gran tlatoani. Presidente que toma decisiones considerando únicamente su real voluntad a la cual se pliegan sus colaboradores al grado incluso de la abyección. Cuenta la tradición política que cuando en una ocasión Porfirio Díaz preguntó a uno de sus colaboradores: “¿Qué hora es?”, éste respondió: “La que usted diga, señor presidente”.

Levantadedos. Legisladores sometidos al presidente al que obedecen incondicionalmente. Levantan el dedo como les ordenan. No leen las iniciativas ni saben qué votan.

Madruguete. Es una manera de adelantarse mañosamente a los adversarios para obtener ventaja. En el Congreso, por ejemplo, se vota sin completar los procesos legales y sin dar tiempo de analizar y discutir las iniciativas.

Mapache. Operador político electoral especializado en fraudes.

Mayoriteo. Sinónimo de la aplanadora. Es el voto unánime del partido oficial para sacar adelante las iniciativas del Ejecutivo utilizando únicamente el poder que le da la mayoría.

Moral. “La moral es un árbol que da moras”. Gonzalo N. Santos, cacique priista oriundo de San Luis Potosí, acuñó esta definición que guía a buena parte de nuestros políticos y gobernantes.

Palomear. Es la acción de elegir a candidatos a diversos cargos públicos. La realizan los pequeños grupos de poder que controlan los partidos, independientemente de los procesos institucionales.

Tapado. Candidato del partido oficial. Este término tiene dos acepciones. Cuando se utiliza en plural incluye al conjunto de precandidatos. Cuando es en singular, se refiere al preferido del presidente. López Obrador cambió el término tapado por corcholata.

Esta es solamente una parte de jergario político priista que, como usted podrá ver, goza de cabal salud.

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jl/I