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La ciencia no se arrodilla

No existe ciencia neoliberal, es sólo ciencia

Stephen Hawking

 

En 2021, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) presentó una denuncia penal ante la Fiscalía General de la República (FGR) contra 31 científicos y ex funcionarios por presuntas irregularidades en el manejo de recursos públicos. Sin embargo, la justicia mexicana desestimó las acusaciones, y en 2024 puso fin a la persecución contra los académicos. En su momento, Julieta Fierro declaró: “Este gobierno sataniza a la industria y también sataniza a los científicos”.

La relación áspera entre la ciencia y la cuarta transformación (4T) se entiende como un síntoma de la relación problemática entre el actual gobierno y la comunidad científica mexicana. No se trató de un intercambio anecdótico, sino de la evidencia de una política que ha intentado someter la producción de conocimiento a una lógica de control político y legitimación ideológica.

La gestión de la ciencia bajo la 4T, encabezada por el Conacyt, se caracterizó por el debilitamiento de la investigación básica, la reducción de apoyos a la formación académica y la subordinación de prioridades científicas a proyectos alineados con el discurso gubernamental. En lugar de fortalecer la pluralidad de enfoques, se promovió un modelo centralizado que desconfía de la autonomía universitaria y castiga a quienes no se alinean con la visión oficial.

En ese contexto, Julieta Fierro –una de las divulgadoras más reconocidas del país, con décadas de trayectoria en la UNAM, quien murió el pasado 19 de septiembre– se convirtió en una voz crítica. Sus declaraciones en defensa de la universidad y de la necesidad de mantener la ciencia libre de consignas fueron leídas por el oficialismo como un acto de disidencia. No es casual que, tras los ataques del presidente a la UNAM, acusándola de neoliberal y conservadora, Fierro reaccionara subrayando la relevancia social de la institución. Ese gesto marcó con claridad los términos del conflicto: de un lado, la autonomía académica; del otro, el proyecto político de control.

La figura de Fierro adquiere relevancia no por la confrontación personal con el gobierno, sino porque ilustra la tensión entre ciencia y poder en un contexto de deriva autoritaria. Un régimen que pretende subordinar el conocimiento a su discurso erosiona no solo la investigación científica, sino también los cimientos democráticos. La autonomía universitaria y la libertad de investigación no son lujos académicos, sino pilares de una sociedad abierta.

En ese sentido, la lección es clara: la ciencia, para cumplir su función social, no puede arrodillarse ante el poder político. Y el hecho de que sea necesario recordarlo es, en sí mismo, un signo preocupante de los tiempos que vive México.

Honrar la figura de Julieta Fierro es recordar que la ciencia no puede ser rehén de proyectos políticos. Es defender la autonomía universitaria como bastión de la democracia y reconocer que sin pensamiento libre no hay ciudadanía plena. Julieta Fierro deja una lección contundente: la ciencia no se arrodilla; el día que lo haga, se perderá no solo el conocimiento, sino también la libertad.

X: @Ismaelortizbarb

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