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La era de la gran estupidez

La pandemia nos enseñó un camino de humildad. Sabemos que la provocamos nosotros, que somos responsables de nuestra salud y la colectiva, que hoy más que nunca debemos aferrarnos al espíritu científico para sobrevivir, que no podemos dejar que los gobiernos monopolicen las decisiones que afectan socialmente porque sus agendas los eclipsan. 

El año pasado escuché el podcast 2050: El fin que no fue. Una ficción distópica que narra, con acentuado optimismo, los hechos que supuestamente nos llevaron a resolver las crisis provocadas por el cambio climático, incluyendo la epidemia por Covid-19. 

Violeta Meléndez y Pablo Montaño, junto con varios especialistas invitados, nos llevaron temas fundamentales para todos. Los programas rondaban una y otra vez alrededor de lo que ellos denominaron como la era de la gran estupidez. Es decir, ahora. 

Hay tantas áreas por analizar de este fenómeno, pero en esta ocasión me quiero referir a los antivacunas en plena ola de ómicron. 

La Mesa de Salud de Jalisco, esa fórmula de gobernanza promovida por Alfaro, definió que se aplique un pasaporte Covid para algunas actividades recreativas. Consiste en mostrar el certificado de vacunación (desde la primera dosis) para poder ingresar a bares, cantinas, antros, casinos, salones de eventos, conciertos o estadios. De no tenerlo, se puede mostrar un PCR no mayor a 48 horas que indique que no se padece en ese momento el coronavirus. 

Se quedaron cortos: deben agregar cines, restaurantes y teatros. 

Al tiempo que se anunciaban tales medidas, un grupo autodenominado Unidos por la Libertad se manifestaba fuera de Casa Jalisco en contra del uso obligatorio del cubrebocas, la vacunación anticovid y la solicitud del certificado porque, según sus nervios, tales imposiciones van en contra de los derechos humanos. Insisto, la era de la gran estupidez. 

Hace semanas que los mayores de edad que así quisieron pudieron inocularse la dosis completa. La vacunación masiva que inició de manera tan accidentada hoy funciona como un reloj. Mi madre se acaba de poner la dosis de refuerzo y le llevó, en total, una hora de su vida. De puerta a puerta. 

Según la Secretaría de Salud federal se ha vacunado con al menos una dosis a 82 por ciento de los mayores de edad en Jalisco. De hecho, estamos en la parte baja en la tabla de avance vacunal de las entidades (sólo están peor Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Nayarit y Veracruz). 

Las nuevas medidas no impiden que uno se contagie, pero estimulan la vacunación. Un estudio publicado en The Lancet Public Health en diciembre 2021 afirma que implantar el pasaporte Covid es una buena herramienta para aumentar la inoculación en países con tasas bajas de inmunizados. 

Otro dato contundente es que la hospitalización y muerte de los pacientes en México se mantienen a pesar del disparo en los niveles de contagios (no así en EU ni Europa). Aunque no hay datos locales recientes, a nivel nacional 70 por ciento de los hospitalizados durante la última semana no están vacunados. Debe ser mayor. 

Muchos hemos sufrido pérdidas. Familiares, amigos o conocidos han muerto por el bicho. Conozco demasiados casos en los que la economía familiar mermó notablemente tras enfermarse. Sin embargo, para los idiotas como Bosé, Djokovic o este grupo de 30 personas que se manifestaron en Casa Jalisco esto no ha sido suficiente. 

Ahora los médicos han dicho que toda gripe es presunto Covid si no hay prueba en contrario. En este entorno, el presidente anticubrebocas ofreció su mañanera el lunes donde reconoció que amaneció “ronco”. Horas más tarde se confirmó que tenía coronavirus. 

Ven, la era de la gran estupidez goza de cabal salud. 

Twitter: @cabanillas75

jl/I