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Mercados que son bombas de tiempo

El jefe de Información del periódico vespertino, don Trino, se acomodó en su silla frente a la computadora. Ante la falta de una nota principal, de ocho columnas, y con el tiempo persiguiéndolo para redactar el texto y editarlo, se acomodó los lentes. La rotativa esperaba. Lanzó varios suspiros. Estrujó su corbata. Y empezó a tundir las teclas. La escena es de mediados de los años 80. Pronto, don Trino armó la nota. La tituló en torno a una idea central: El Mercado San Juan de Dios, bomba de tiempo. 

Don Trino sabía que uno de los más grandes mercados del país era, efectivamente, un enorme riesgo. Puso a un lado de la computadora las fotos más recientes de las instalaciones eléctricas. Cables hechos bola, sin protección alguna, atravesando pasillos y locales, colgando de paredes y techos húmedos; diablitos por aquí y por allá, contactos múltiples saturados. Un chispazo y podría incendiarse alguna de las áreas del mercado. O todo el inmueble. 

Se trataba de una noticia que, en realidad, pareciera ya no era noticia. No era novedad. En esos años y ahora es conocida la vulnerabilidad de los mercados. Sin contar otras instalaciones riesgosas, que requieren supervisión, como las del gas o las del agua. O la acumulación de basura, suciedad y roedores. Así que la nota podía publicarse en cualquier fecha de cualquier año. Sin dudarlo. Porque el abandono de los mercados suele ser permanente. 

Ahora se sabe que, como reveló el regidor que preside la Comisión de Mercados y Centrales de Abastos, Salvador Hernández Navarro, de los 97 mercados tapatíos la mitad son un riesgo para comerciantes y usuarios; 14 de estos edificios padecen graves problemas, incluido en un caso el colapso. Protección Civil y Bomberos le confirmó que desde 2013 no se han supervisado 45 mercados, que la última revisión al de San Juan de Dios ocurrió en 2019, y que diario acuden decenas de miles de tapatíos, que estimó en 100 mil. La información es para alarmarse. 

Porque hasta ahora, cuando alguna administración lanzaba algún programa de reparación o mantenimiento, era por encima. Nada a fondo. Hasta que estalla algún problema. Las deficiencias y los accidentes previos informados desde los años 80 por la prensa, quizá pequeños, son preludio de posibles tragedias. Como sucede con otros problemas, lo denunciado, criticado, anticipado, mostrado con focos de alarma, puede salirse de control. Y derivar, tal vez, en una catástrofe. 

El trabajo de los medios informativos es vital para evitar que sucedan emergencias que pongan en riesgo bienes o vidas de la población. Por su espíritu crítico, los que lo son, ponen la atención en asuntos de interés público. Pero cuando los gobernantes en turno desconfían de la prensa, la atacan sin mesura, desdeñan la información que difunden o la mal sopesan, pueden ocurrir desgracias. 

En el caso de los mercados municipales, como sucede con otros temas de la vida urbana metropolitana, se les presta atención hasta que ocurre algo grave, como el incendio de 2015 del Mercado Corona, que debió reconstruirse; o, ahora, la conflagración en el Mercado San Juan de Dios. Hay muchas lecciones por aprender, tanto para locatarios como para las administraciones municipales. Y no solo en Guadalajara, sino en toda la zona metropolitana. 

Sin mantenimiento adecuado o suficiente; sin inspecciones y seguimiento a las instalaciones que garanticen la seguridad; sin reportes bimestrales de sus condiciones; sin el personal necesario para protegerlo; sin Atlas de riesgos de los mercados; sin poner orden, las llamas abrazaron al mercado Libertad. Las evidencias del riesgo estaban a la vista. Por fortuna no hubo muertos ni heridos. Los comerciantes de la zona son ejemplo de fortaleza, de barrio bravo. Han recibido muestras solidarias. Saldrán adelante. 

Twitter: @SergioRenedDios

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