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Cuando la ciudadanía estorba al poder

En un sistema de democracia representativa, la deliberación y la expresión social de la ideas constituyen un elemento de importancia crucial porque con ello se logra un esquema participante de la ciudadanía que, a través de sus representantes, definen una forma de desarrollo de la sociedad. De hecho, para eso se organizan cíclicamente los procesos electorales para que, a través de plataformas de ideas, exista un conjunto de propuestas que constituyan elementos de análisis para la ciudadanía respecto a cuál forma administrativa se orienta mejor en su perspectiva de pensar el desarrollo de la sociedad.

Una premisa fundamental en este esquema de alternativas de administración pública que implica un elemento central es la expresión de las ideas y la deliberación de las mismas. Precisamente, dentro de la perspectiva de un régimen democrático, la expresión social tiene un sentido central en la medida en que de esa forma se logran establecer las premisas que pueden formar parte de las plataformas de gestión pública.

Se trata, pues, de una actualización constante del espacio público en los asuntos públicos y respecto de los cuales las expresiones sociales constituyen elementos sustanciales en la gestión de la vida pública. No se trata, de forma exclusiva, de la comprensión de las voces mayoritarias solamente, sino de todos los grupos que forman parte de una comunidad y que tienen iguales condiciones de expresión de las ideas.

Una función de la gestión pública constituye, precisamente, la preservación de esta dimensión sustancial de expresión que está elevada a la categoría de derecho humano y que tiene su historia en la conformación de los Estados modernos, desde la Revolución francesa y que, a lo largo de la historia, ha tenido diferentes momentos de mayor o menor apertura.

La gestión pública se relaciona directamente con el efecto de la representación sobre la que reposa el funcionamiento de la administración. Cierto, la estructura de administración genera un poder de decisiones sustentadas en la gestión de la cosa pública. Un problema que de forma latente se presenta en muchas organizaciones políticas es la confusión de la gestión pública con el desarrollo del poder como asunto privado y un fin en sí mismo, sin requerimientos de consensos sociales para su ejercicio.

De esta forma, la ausencia de consensos, combinada con una fórmula de control en los espacios de administración pública sin contrapesos, como es la eliminación de las autonomías entre los tres poderes para el ejercicio de la administración pública, puede girar peligrosamente hacia una fórmula autocrática o autoritaria en la que la perspectiva del consenso molesta a la facción que ejerce el poder desde el gobierno.

La rendición de cuentas es un elemento fundamental en la construcción de los modelos de gobierno democráticos. Los equilibrios entre las estructuras de representación de la administración pública constituyen también factores para sostener condiciones de participación y representación de los diferentes órdenes en los que se construye la representación social y política.

La eliminación de estos factores representa un giro complejo de ausencia de democracia y la tendencia de generar sistemas autoritarios significa una compleja decisión de los administradores públicos en turno.

Un análisis a fondo del significado de las acciones de un grupo de poder constituye un factor muy profundo y sustancial para una ciudadanía que ha luchado históricamente para mantener su presencia, a través de su participación en la representación. La expresión social no es una concesión, sino un derecho fundamental reconocido histórica e internacionalmente. Estos factores son puntos básicos en la reflexión ciudadana respecto al hecho de considerar si el sistema que corrompe y vulnera los derechos constituye realmente una opción que represente a los ciudadanos.

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