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La revolución que se comió a sus propios hijos

“¿Qué sos Nicaragua, para dolerme tanto?”

Gioconda Belli

 

Nicaragua es el país de las grandes nubes, de los bellos lagos, de los volcanes, el país de la pasión, de la alegría, de la rebelión y de la revolución que se comió a sus propios hijos.

Daniel Ortega, el último guerrillero, de 77 años, se ha perpetuado en el poder durante más años que el dictador Anastasio Somoza, al cual combatió en los años 70.

La Nicaragua de hoy, de Ortega, es una “degradación del sentimiento humanista que debería tener la izquierda”, según la escritora y poeta nicaragüense Gioconda Belli.

A mediados de abril de 2018 el gobierno de Ortega anunció el incremento de aportaciones al sistema de seguridad social que se descuenta del salario, medida que irritó a la población nicaragüense. Los jóvenes, en su mayoría, tomaron las calles en oposición a la medida y solidaridad, como una forma de reclamar libertad y garantía de derechos.

El régimen reprimió violentamente las manifestaciones generalizadas en Managua y las principales ciudades de Nicaragua. Las medidas represivas causaron el fallecimiento de 325 personas. Excepto los gobiernos de México, Cuba, Venezuela y Rusia, la condena al régimen nicaragüense fue generalizada, además de las organizaciones de derechos humanos, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA y los expertos independientes.

La Iglesia católica participó en la mediación del conflicto. El obispo de Matagalpa, Rolando José Álvarez Lagos, fue uno de los mediadores apoyando a los jóvenes que llegaron a sentarse frente al gobierno para buscar una salida al caos. No llegaron a algún acuerdo, entonces, el gobierno comenzó una persecución dirigida a los líderes con allanamiento de casas y su encarcelamiento. Más de 300 personas fueron recluidas por razones políticas, entre ellas, los ex líderes revolucionarios que combatieron junto con Daniel Ortega para derrocar a Somoza Debayle en los años 70.

Se extendió la represión contra la Iglesia católica y el nuncio del Vaticano en Nicaragua, Waldemar Stanislaw, que había mediado en negociaciones de paz de 2020 a 2022, salió del país por presiones del gobierno. Desde entonces, el Vaticano no tiene representación diplomática en Nicaragua.

Aumentaron los ataques a iglesias, el cierre de estaciones de radio católicas, la detención de laicos, seminaristas, sacerdotes y obispos.

Al comenzar este año fue recluido, en la cárcel La Modelo, el obispo Álvarez Lagos y el viernes 10 de febrero en la Sala del Tribunal de Apelaciones de Managua, Nicaragua, escuchó la sentencia del juez Octavio Rothschuh Andino: 26 años y cuatro meses continuos de cárcel por los delitos de “conspiración”, “propagación de noticias falsas”, “obstrucción de funciones agravada”, “desacato a la autoridad” y multa de mil 552 dólares lo que representan 56 mil 461 córdobas en moneda nicaragüense.

“Del mismo modo se declara la pérdida de los derechos ciudadanos del condenado, misma que tendrá carácter perpetuo, todo esto por ser autor del delito de menoscabo de la integridad nacional en perjuicio del Estado y la sociedad nicaragüense”, es el texto que se indica en el fallo.

El papa Francisco, después de la oración dominical del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano, dijo: “Me ha entristecido mucho la noticia que llega de Nicaragua… rezo por ellos y por todos los que sufren en esa querida nación, y pido vuestras oraciones. Pidamos también al Señor que abra el corazón de los líderes políticos y de todos los ciudadanos a la búsqueda sincera de la paz, que nace de la verdad, la justicia, la libertad y el amor y se logra mediante el ejercicio paciente de diálogo”.

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