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Nuestro renacido consulado en Barcelona

Cuando Luisa María Leal, distinguida política mexicana del equipo de don Mario Moya Palencia, pasó a ser cónsul general de México en Barcelona me comentó varias veces que su encargo era mucho más complejo e interesante que el de muchas embajadas. Cabe reconocer que hizo una espléndida labor que correspondió a su gran calidad. Con el tiempo hubo otros personajes de primera, como fue el caso de Miguel Marín, García Amaral y hasta de Fidel Herrera, culpable con anterioridad de algunos pecados –dijeron–, pero como cónsul resultó de primera. Iba acorde con aquella prestigiada política exterior mexicana que tanto brilló por doquier.

Cabe reconocer que, a pesar del gobierno panista, durante un tiempo el dicho consulado desempeñó muy bien sus funciones, pero cuando sobrevino el dizque pseudopriismo de Peña Nieto, que se ligó con el persistente fascismo español, lo mismo nuestra embajada en España que el dicho consulado incurrieron en la lambisconería más abyecta con ese gobierno de derecha que siempre nos ha tenido rencor.

Pongo un ejemplo patético del talante: lo que ocurrió el 13 de junio de 2011, con motivo del 75 aniversario del arribo a Veracruz del Sinaia, el primer barco pletórico de refugiados republicanos liberados de hórridos campos de concentración especialmente para embarcarse en él, en Sete, el 25 de mayo anterior.

La muy prestigiada Universidad de Girona, junto con el ayuntamiento de dicha ciudad, organizaron una ceremonia de reconocimiento y agradecimiento a México en su mejor auditorio. Hubo, frente a una afluencia rebosante, discursos del suscrito, del eminente catedrático Salomó Marquès, estudioso muy esforzado del magisterio catalán que se asiló en México, del rector de la Casa de Estudios y del entonces alcalde de la ciudad, un señor de nombre Carles Puigdemont...

No es necesario que diga que el más parco en elogios a México, por el pudor que correspondía, fue este servidor de ustedes. Marquès en cambio se deshizo en alabanzas a la acogida que se le dio a los profesores catalanes a partir de 1939, el rector, por su parte, subrayó la salvación de trabajos y trabajadores gracias a las universidades mexicanas de Michoacán, de Guadalajara (no la “autónoma”, por supuesto) y la UNAM. Finalmente, Puigdemont lo enmarcó todo en la importancia política de nuestra patria y gobierno en aquellas circunstancias tan amargas para la democracia en el mundo.

Al final salimos del edificio y, a un lado de su puerta, el alcalde y yo develamos una placa que agradece a Lázaro Cárdenas y al pueblo mexicano la gran ayuda que ofreció entonces. Confieso que me pidieron que leyera, micrófono en mano, lo que ahí dice, solo que por más macho que quise ser, me resultó imposible. En la garganta se me hizo un recio nudo y una cauda de lágrimas amenazó con salir si me descuidaba. El alcalde se dio cuenta de ello y procedió a leer él mismo.

Al término nos abrazamos con gran fuerza, grité entonces con toda mi energía un ¡Viva Catalunya! Y todo el conglomerado me replicó con un estruendoso “Viva México” que se oyó por media ciudad.

¿Qué fue lo doloroso? Pues que el consulado de México no solo no se hizo presente, sino que ni siquiera se disculpó… Cuando inquirí el motivo de la ausencia tanto de la embajadora en España como a la encargada del consulado en Barcelona, me respondieron ambas que habían estado muy ocupadas…

Las cosas empezaron a cambiar hace un año. Bien puede decirse que el consulado resucitó a partir del 14 de abril, cuando Dña. Claudia Pavlovich tomó posesión y se encontró ahí con un paisano nuestro recién incorporado: el maestro Adrián Michel… Ambos patriotas y muy responsables. Dejo para otra ocasión hablar con detalle de lo bien que lo están haciendo.

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jl/I