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La mirada de los sociólogos sobre el papa Francisco

Dada la avanzada edad del papa Francisco, con 76 años en el momento de ser elegido, se le vio como un papa de transición y algunos hicieron cálculos de que no duraría mucho.

Sin embargo, los estudiosos de las relaciones entre ciencia y religión, han advertido que, en los diez años de elegido papa, ha conseguido realizar transformaciones profundas en la Iglesia católica y llamar la atención de movimientos de cambio a lo largo del mundo.

Antes de su llegada, la Iglesia católica atravesaba una de sus crisis más profundas. La barca de San Pedro parecía ir a la deriva por la sospecha de corrupción en el Istituto per le Opere di Religione, conocido como el Banco Vaticano; los casos de pederastia en diócesis de diferentes partes del mundo, y las filtraciones de documentos privados a la prensa, los llamados Vatileaks, profundizaron la crisis.

Los estudiosos estaban convencidos de que por el ocaso del papado sería solo una figura decorativa. Estaban convencidos que, como latino, podría hacer poco o nada con la situación que atravesaba el Vaticano.

Una década más tarde, el papa Francisco no sólo se ha mantenido en la silla de Pedro, sino que ha logrado dar pasos relevantes para atenuar la crisis institucional y, relanzar el catolicismo como una voz de peso en la búsqueda de salidas a los crecientes desafíos sociales, políticos y económicos del mundo actual.

Sin embargo, en estos años, profundizó la política de tolerancia cero a la pederastia iniciada por Benedicto XVI, habló en el Congreso de Estados Unidos sobre la desigualdad social, visitó Japón para pedir a los jóvenes que no abandonen sus utopías y, entre otras muchas intervenciones, abogó en Bolivia y Paraguay por una economía social y popular que traspase las fronteras impuestas por el capitalismo actual.

En visita a África volvió a denunciar no solo el colonialismo, sino también la globalización, que la ha definido como una globalización de la indiferencia y la exclusión. Por otro lado, el papa Francisco se ha convertido en un interlocutor cuya palabra es respetada y valorada tanto entre musulmanes y judíos, como entre los ortodoxos.

La Iglesia católica no deja de tener, en su interior, grupos y tendencias muy heterogéneas. Con visiones teológicas, políticas y filosóficas muy diferentes entre sí.

Los sociólogos de la religión señalan que, una de las claves de su éxito fue el cómo introdujo los cambios. Su modelo de cambio implementado no fue el del Concilio Vaticano II, fundado sobre la idea de reforma y puesta al día con ruptura, sino más bien de la idea del papa León XIII un siglo antes, cuyo papado se extendió entre 1878 y 1903, basado en la idea de continuidad y actualización.

Para el papa la “globalización cristiana”, no es una esfera global, sino un poliedro en el que cada uno, “manteniendo su identidad”, pueda interactuar con lo diferente. Una globalización como “diálogo” entre pueblos que, en tanto tales, no renuncien a sus “raíces”.

Esa es, según el papa Francisco, la única forma de lograr un intercambio real que no “destruya” a los interlocutores débiles ni aniquile “sus culturas”.

Sus dos principales encíclicas, Laudato Si´-centrada en la cuestión ecológica; y Fratelli tutti, en la que desarrolla el concepto de fraternidad como ordenador de la vida social y política, le han ayudado y a mantenerse en el centro del ring de los movimientos socio religiosos.

Día a día, sigue alentando cambios de hondo calado que están modificando sustancialmente la vida de la iglesia; y ha puesto las bases de un proyecto pastoral renovado, orientado a dar respuestas teológicas y pastorales a algunos de los enormes desafíos sociales del mundo contemporáneo.

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