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El Colegio de Jalisco y el 22 de abril

En medio del dolor por los muchos conciudadanos fallecidos o lesionados de por vida a causa de aquellas terribles explosiones del barrio de Analco, debidas a la corrupción que había en un sector de Pemex, así como de la destrucción de tantas viviendas de gente modesta, honrada y trabajadora, debo comunicar ahora, por primera vez, los beneficios que le acarrearon a El Colegio de Jalisco las explosiones de marras.

Sus primeros años de vida fueron muy tristes. Nació en 1982 y se acomodó en un rincón de lo que había sido el Hospicio Cabañas, de donde fue expulsado porque estorbaba al ahora llamado Instituto Cultural Cabañas, y se alojó en una casa grandecita de la colonia Chapalita. De ahí salió al Patio de los Ángeles, que fue adaptado para el caso por el afamado arquitecto Salvador de Alba. Tal vez por su avanzada edad, éste no se preocupó por enterarse un poco de que las funciones de una institución de esta naturaleza eran diferentes de una casa de la cultura pueblerina…

No levantó cabeza y finalmente don Alfonso de Alba, su fundador y todavía presidente, también de edad avanzada, tiró la toalla en 1992. Empezó a levantar tímidamente la cabeza la institución, aunque con dificultades debido a las pésimas condiciones de ubicación y edificación, cuando sobrevinieron las criminales explosiones y sus instalaciones fueron tomadas, con todo derecho, por quienes se encargaron de atender a los damnificados. Para ello, por ejemplo, fue útil el auditorio excesivamente grande para El Colegio, mas no para congregar y organizar a los afectados…

El Colegio no dejó de trabajar, aunque lo hizo de manera más precaria aun, situado en la casa particular del suscrito. Pero ahí se tomó la decisión de no volver por ningún motivo a Analco y ceder las inconvenientes instalaciones aquellas, en primera instancia para las perentorias tareas de rescate y auxilio, y después para una institución que en verdad resultara útil al barrio, en tanto que para El Colegio se buscaría otro sitio.

El presidente municipal de Zapopan, Jorge Humberto Chavira, a pesar de la oposición de los regidores del PAN resultó benemérito para El Colegio de Jalisco. Le abrió los brazos y le cedió una parte de la finca que ahora ocupa por completo, después de haber sido mejorada al paso de los años con obras conducentes: cubículos, un salón de actos de dimensiones adecuadas, algunos pequeños salones y la gran biblioteca que se logró repatriar de Estados Unidos. Lo cierto es que hoy día sus instalaciones son espléndidas, aunque se le hizo también un segundo auditorio que resulta del todo inconveniente.

Para poner un solo ejemplo de las ventajas del cambio, la antigua sede de Analco podía albergar solamente unos 10 mil libros. Aquello era suficiente para una casa de la cultura pueblerina o barrial, mas no para los casi 100 mil que hay ahora en El Colegio y lo que se irá agregando.

Aunque duela decirlo, tres décadas después no resulta difícil comprender que la tragedia de Analco le permitió a El Colegio de Jalisco liberarse de una mala infraestructura en un barrio con necesidades distintas. Sin embargo, no deja de doler que haya sido resultado de una desgracia tan grande y de tanto luto y dolor lo que diera lugar a un mejor futuro para un centro de investigación y enseñanza superior tal. Hay una deuda que tiene con el barrio de Analco de la que no ha dado ni un pequeño abono.

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jl/I