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Barcelona y el Día del Libro

Tuve el privilegio de pasar lo que ya es casi “el día mundial del libro” en Cataluña. En la mañana de antier, el 23 de abril, estuve en la editorial Pagès, la más importante de Cataluña fuera de Barcelona, en un tradicional y concurridísimo desayuno que reúne escritores que, de una manera o de otra, estén relacionados con la dicha empresa…

Este año fui especialmente distinguido concediéndome la palabra en representación de todos los autores relacionados con ella, pero no me dieron libertad para decir lo que quisiera: me impusieron sine qua non el deber de hablar de las relaciones con México de dicha editorial y, sobre todo, de los libros que ha publicado en catalán sobre temas relacionados con nuestro país: el tequila, el valor de Jalisco, la salvación del F. C. Barcelona, catalanes en México, el asilo de ellos en torno a 1939, hasta una suerte de autobiografía sobre mis complejas relaciones con Cataluña, etc.

Con la panza llena, la satisfacción del deber cumplido y varios libros nuevos en la mochila, corrí a la estación del tren y una hora después estaba en Barcelona recorriendo calles y calles llenas de puestos de libros de todo tema, frente a los cuales fui reconociendo autores de la más diversa índole e incluso fui identificado por algunos de ellos. Lo cierto es que he venido tantas veces desde que la Universidad de Guadalajara me comisionó para establecer relaciones con instituciones similares de Cataluña, allá en 1992, que he logrado acumular un buen número de cuates de todos colores y sabores.

Confieso que, al caer la tarde, sin haber comido siquiera, estaba ya empachado de tanta bibliografía e imposibilitado de ver un libro más, decidí hacer una retirada estratégica a comer un bocadillo y depositar mis viejos huesos en la cama de mi hotel, con una buena dotación adicional de libros imprescindibles que no alcanzaré a leer, aunque me resultó imposible resistir la tentación de adquirirlos. Al menos, antes de dormir, ya le había dado una miradita a cada uno.

Es una tradición, ya muy bien cimentada en toda Cataluña, lo que comenzó en Barcelona hace casi un siglo, que su pareja le obsequie un libro al varón. Antes, éste correspondía con una rosa, pero ahora, la mayor parte de las damas exigen de su compañero que les obsequie también un libro. Y libros se obsequian también a amigos y amigas. De esta manera la venta de rosas más bien ha disminuido un poco a cambio del notable incremento de la circulación bibliográfica.

Cabe reconocer que este año la venta fue mayor porque el día de marras cayó en domingo.

Pero es el caso de que la costumbre de celebrar de una forma u otra al libro el mero 23 de abril, día de San Jorge, santo descontinuado que sigue siendo el patrón de Cataluña, se ha generalizado en una muy buena parte del mundo.

Hasta en Guadalajara, cuyas autoridades suelen ser alérgicas a la lectura, en este año, comprometidas con el hecho de haber sido –no sabemos por qué- declarada Capital Mundial del Lbro, se le dio vida a una misérrima producción editorial. Por fortuna, nos salva del ridículo y hace creer al mundo la falsa idea de que somos una ciudad especialmente amante de los libros, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, una de las más importantes del planeta, y algo también, la Feria del Libro Antiguo y la Feria Municipal que inauguró Salvador Cárdenas Navarro cuando era regidor.

Salvador, q. e. p. d., es el caso excepcional de haber sido el creador de dos ferias del libro que subsisten: la otra en la Ciudad de México; sin embargo, no se le ha hecho el más mínimo reconocimiento.

Incluso, la hoy decaída feria tapatía que él creó se ha dedicado cada año a diferentes personajes, con frecuencia a verdaderos mequetrefes.

En fin, la capital de Cataluña merece el buen recuerdo de haberle dado vida a una actividad de incuestionable valor como ésta, pero en Guadalajara, Cárdenas Navarro y Padilla López merecen también la gratitud de los amantes de la lectura.

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GR/I