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Ebrard: el dolor de cabeza de AMLO

A casi un año de la elección presidencial, López Obrador ha logrado mantener el control político de su propia sucesión, sin embargo, viene la parte más complicada, la prueba de fuego. Hasta ahora las corcholatas se han movido con absoluta libertad y comodidad por todo el país pese a las críticas de una buena parte de la opinión pública y las advertencias fundadas del Instituto Nacional Electoral. La y los precandidatos han hecho proselitismo abierto frente a la ciudadanía y la mirada iracunda de la oposición.

Después de cuatro años y medio en el poder, el lopezobradorismo ha navegado tranquilo en un mar que le ha representado pocos riesgos y desafíos, hablando en términos electorales. Además, pese al casi inevitable revés en Coahuila, el partido del presidente se consolidará como una fuerza prácticamente hegemónica en el país con el inminente triunfo en el Estado de México.

Las caras visibles de la oposición no han podido despegar y siguen sin encontrar un liderazgo que represente un riesgo para los planes de sucesión de Morena. Los gobernadores del PAN, Santiago Creel, Enrique de la Madrid, más recientemente Beatriz Paredes y la lista de impresentables encabezada por Lilly Téllez y Gustavo de Hoyos, no han sabido encauzar el enojo de una parte importante del electorado mexicano y no han podido aglutinar a las tribus opositoras que más bien parecen luchar por sobrevivir y por quedarse con los despojos de sus respectivos partidos.

El tablero político de México se mantiene casi idéntico desde la elección intermedia de 2021: Sheinbaum y Ebrard, en ese orden, lideran la totalidad de encuestas y sondeos, seguidos por Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Si bien el secretario de Gobernación ha cobrado relevancia mediática en las semanas recientes, las cartas de esta reducida baraja tienen un valor muy desproporcionado para el que tomará la decisión final y, en ese sentido, es claro que Sheinbaum es la preferida y el canciller Marcelo Ebrard su más grande preocupación.

El tono y la intensidad de la disputa por la candidatura del lopezobradorismo está en su punto más álgido desde que inició la carrera y, por ello, al presidente le urge adelantar el proceso de selección para alcanzar a darle un “baño de legitimidad” a la decisión, sobre todo, si la jefa de Gobierno resulta ganadora en la madre de todas las encuestas.

Las declaraciones, afrentas y acusaciones que ha lanzado en las semanas más recientes el canciller a las y los gobernadores que han mostrado su apoyo abierto a Claudia Sheinbaum nos hacen suponer que Marcelo va a jugar al límite para lograr la candidatura, incluso, poniendo en riesgo la unidad cuatroteísta y el plan sucesorio de López Obrador.

Es muy seguro que cada vez que nos acerquemos a la fecha de la gran encuesta cobre fuerza la versión de que Ebrard jugará del lado de la oposición en caso de que no salga favorecido. La canasta más segura para cacharlo sería Movimiento Ciudadano, un partido que no es desconocido para el canciller; sin embargo, de acuerdo con los números, esta jugada no sería suficiente para vencer el aparato que 23 gobernadores y el poder de la Presidencia y del propio López Obrador, tendrán a su disposición. Marcelo Ebrard tendría que sumar otras expresiones y partidos, como ser el abanderado del PAN y el PRI porque, solo de esta forma, podría ser medianamente competitivo contra la candidata de la 4T.

A estas alturas, y por la fuerza que podría adquirir como candidato de segmentos clasemedieros y urbanos, es claro que la preocupación más grande de AMLO de cara al relevo presidencial es Ebrard. Así que del proceso de elección y de la labor política del presidente depende que dicha preocupación no se convierta en un verdadero dolor de cabeza.

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