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Xóchitl será candidata, no presidenta

Xóchitl Gálvez apareció de la nada en el tablero de la elección presidencial de 2024. Con una actuación muy discreta como legisladora y un poco más visible como adversaria del régimen en el presente sexenio, la senadora por el Partido Acción Nacional logró avanzar algunas casillas en pocas semanas –nada del otro mundo–, pero, eso sí, más que ningún otro aspirante del bloque opositor.

De pronto, la hidalguense se colocó, ruidosamente, en los medios de comunicación, fue acogida de manera cálida por buena parte de la comentocracia y la prensa crítica del lopezobradorismo, y su historia de vida comenzó a fluir con euforia en los chats de WhatsApp. Gálvez irrumpió en una puesta en escena que estaba diseñada, de acuerdo con el guion de Palacio Nacional, para las corcholatas de Morena, logrando, incluso, capturar la atención del presidente, quien hace un par de días afirmó que ella era la candidata de la mafia del poder y “de los que quieren seguir saqueando al país”.

Mucha tinta ha corrido en las últimas semanas en torno al personaje de moda de la política mexicana, pero las dudas han brotado a la misma velocidad que su súbita fama. ¿Tiene posibilidades Xóchitl de ser la abanderada de la oposición de cara a 2024? Sí. ¿Tiene oportunidad de pelear, realmente, por la Presidencia de la República? Yo afirmo que no, basándome en tres factores determinantes.

Uno. Es inocultable que se renovó el ánimo de las y los ciudadanos –y de líderes de opinión que no comulgan con la 4T– con la incursión de la panista en la contienda; sin embargo, ese vínculo genuino con la gente comenzó a debilitarse cuando la aspirante se vio forzada, por las propias reglas que se han impuesto dentro de la coalición, a mimetizarse con los partidos del bloque opositor y a “posar” para la foto con el líder nacional del PRI, Alito Moreno, uno de los personajes que representa cabalmente lo que el electorado, pro y anti Morena, no quieren para el país. El PRI y el PRD, lo demuestran todas las encuestas, son el principal lastre de la alianza opositora.

El enorme dilema que esto representa pone a Xóchitl en una situación muy complicada: o ser la candidata de los ciudadanos libres con capacidad de restarle votos a Morena o ser la candidata de Alito, Marko, Zambrano, Claudio X. González y Fox, con todos los negativos y la animadversión que estos personajes representan para la base electoral de la 4T. Aquí la polarización no jugaría a favor de la hidalguense.

Dos. Es altamente probable que Enrique Alfaro, gobernador de Jalisco, se inscriba como aspirante de Movimiento Ciudadano a la Presidencia de la República. Un tercero en discordia que llegaría a la contienda, en caso de concretarse, a disputarle electores a la alianza opositora y no a Morena. De acuerdo con la mayor parte de los estudios de opinión que vale la pena consultar, el electorado de MC y del PAN –el partido más sólido de la alianza– se disputan el mismo mercado: el voto urbano de clases media y media alta en estados con un desarrollo económico sostenible en los sexenios recientes, considerando Nuevo León y Jalisco, dos padrones importantísimos.

Tres. Para nadie es un secreto que todas las elecciones en México son elecciones de Estado. Sea PRI, PAN, PRD, MC o Morena, los gobiernos de los tres niveles intervienen en los comicios de forma directa, inhibiendo y comprando el voto, movilizando legalmente a sus simpatizantes o acarreando gente con todo descaro. Bajo estas condiciones, y más allá del carisma y la atención mediática, tener enfrente a un presidente de la República y 23 gobernadores operando con un mismo objetivo será una desventaja muy grande para cualquiera que sea la o el candidato opositor. Así las cosas, todo parece indicar que Xóchitl será la abanderada de la alianza opositora, pero de ahí a ganar la presidencia hay un trecho muy largo.

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jl/I