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Las pérdidas en la etapa de la vejez

Entendiendo por pérdida a la falta o ausencia de algo que se deja de tener, las personas en la vejez son las que más las han vivenciado a través de sus años y son más significativas para ellas en esta etapa de su vida. A consecuencia se sufre de perturbación mental, alteración en la regulación emocional y la cognición, así como un cuadro clínico de duelo y/o melancolía.

El duelo es un proceso necesario para superar la pérdida, pero al no ser resuelto se manifiesta en un estado melancólico. Las personas en una etapa de edad avanzada se afrontan a las perdidas vivenciadas con más dificultad, lo que se puede complicar aún más por el cúmulo de reminiscencias que aún existen como marcas no resueltas. El problema se puede agravar más ante pérdidas como las de una persona amada; por ejemplo, un hijo(a), el cónyuge, un amigo de su generación o la pérdida o función de una parte de su cuerpo, etc.

Pero también ante pérdidas materiales como el espacio donde habitaba, la ruptura del vínculo con el país o el estado natal, pérdida del ideal como autoridad y el no querer cambiar sus costumbres, entre otras, por lo que los viejos entran en procesos de duelo y traen consigo “desviaciones de conducta desfavorables”.

Freud menciona en Duelo y melancolía que estas reacciones son consideradas como “normales” en la vida cotidiana, ya que son parte de resolver el duelo; sin embargo, en muchos de los viejos la melancolía es de mayor intensidad por la nostalgia de su pasado y la imposibilidad de querer recuperar aquellos momentos vividos que dejaron satisfacciones, éxitos y hazañas que fortalecieron la seguridad de su ser.

Una circunstancia en que se manifiesta el duelo y el estado melancólico es una incertidumbre profundamente dolida con daños en la estabilidad del aparato psíquico, la cual opera cancelando de inmediato el interés por el mundo exterior y limita las relaciones “objétales” en el ámbito familiar y medio social. Otra es la inhibición de toda productividad, una rebaja en el “ser” manifestada en autocastigo (reproches, denigraciones, pérdida del apetito, descuido personal).

Además de estos síntomas, a diferencia del duelo, en la melancolía existe la perturbación del sentimiento de sí, ocasionada por la falta de ligazón del objeto, a lo que se le suma que el ego se siente amenazado por la posible inundación de la libido del sujeto que lo liga al objeto perdido con propensión a la angustia hipocondríaca.

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