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Presidentas con mayor exigencia

En la competencia con los hombres y cuando se trata de liderazgos a las mujeres siempre se les exige más, y ahora que son presidentas de la República mexicana, Claudia Sheinbaum, y de Guadalajara, Verónica Delgadillo, parece que están obligadas por el simple hecho de su sexo a demostrar que son mejores que sus antecesores.

Desde el primero de octubre se está haciendo historia a nivel nacional y a nivel local con la llegada de las primeras presidentas vía elección popular para gobernar el país y la capital del estado, y este simple hecho de haber llegado por el voto de su población ya llevan la etiqueta de demostrar que lo pueden hacer mejor.

Una presión que no tuvieron sus antecesores cuando llegaron al mismo cargo, incluso perteneciendo al mismo partido político.

La visión y la perspectiva femenina seguramente darán un toque diferente a la administración federal y municipal, pero no debería ser sinónimo de una exigencia por el hecho de ser mujeres.

Se les debe de exigir lo mismo: cumplir las promesas que hicieron, ser congruentes y no caer en los vicios de la política, como corrupción, nepotismo, derroche o influyentismo.

Hay estudios que reflejan que en cualquier ámbito a las mujeres siempre se les exige más, como si fuera una regla no escrita que deben demostrar que se merecen la encomienda que les dieron, cuando a los hombres no se les cuestiona esa parte.

Las propias mujeres a las que gobiernan tienen expectativas altas sobre su mandato por ser del mismo género, y eso es normal porque quizás sientan que pueden ser más sensibles ante sus necesidades de género, incluso más comprensivas en entender los obstáculos que atraviesan.

Es una realidad, que esperamos que se note que una mujer llegó al poder, pero es injusto pensar que deba tener una varita mágica para que todo se transforme y resuelva lo que sus antecesores no pudieron.

Debemos exigir con el mismo ímpetu que haríamos con los hombres, quizás la diferencia está en apelar a que su conciencia social esté más desarrollada para con los sectores más vulnerables y veamos enfoques distintos al momento de tomar decisiones; empero se espera que demuestren que pueden hacerlo mejor que los hombres, que no serán marionetas, sino autoras de sus propias decisiones cuando lo mejor es darles, como a todos los principiantes que gobiernan, el beneficio de la duda.

Sí debe haber un giro de 180 grados en la forma en que resuelven las necesidades de su género y de sus familias.

El primer paso ya lo dieron rodeándose de un equipo encabezado mayoritariamente por mujeres, y por hacer la petición de nombrarlas presidentas. La forma está hecha, ahora necesitamos que también en el fondo se note.

Queremos verlas independientes, empoderadas y felices de representar a otras, que sean enérgicas, firmes, sabias y sensibles cuando toman sus decisiones, que no nos defrauden después de tantos años con visiones masculinas. Apostamos a creerles que darán lo mejor por haber llegado.

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jl/I