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Generación Z, entre razones y sin razones

¿Qué es la Generación Z? ¿Podríamos catalogar a los nacidos entre mediados de los años 90 y el 2010 de manera uniforme? ¿Podríamos integrar como “generación de internet” a los que laboraron desde niños como jornaleros agrícolas, a las obreras maquiladoras, a los jóvenes de comunidades indígenas, etcétera? Al igual que con cualquier otra generación (Baby Boomers, X, Millenial o Alfas), resulta poco factible el establecer un estereotipo. Sin embargo, eso no niega la existencia de amplios grupos de jóvenes que efectivamente sean nativos del internet y tengan rasgos e inquietudes comunes. La organización vía redes sociales ha facilitado la realización de diversas movilizaciones y las de la Generación Z están presentes al menos en 28 países. No obstante, los motivos y las orientaciones son sumamente distintas en cada país, desde su origen en Nepal hasta su nueva presencia en México. Pueden ubicarse desde reclamos provenientes desde distintas agrupaciones de izquierda hasta las derechas más extremas. 

En el caso de México las manifestaciones parecen tener un sentido difuso. Es evidente que el asesinato de Carlos Manzo, como el de tantos otros políticos, militantes, periodistas, madres buscadoras, etcétera, son motivo de una profunda indignación, y que los reclamos frente a la inseguridad, la corrupción y la violencia sean totalmente legítimos. 

Lo extraño es que se plantea como un movimiento apartidista, se centra en el cuestionamiento al gobierno actual, cuando se advierten problemas que han crecido como bola de nieve a lo largo de décadas. ¿La inseguridad, la corrupción o la violencia son fenómenos surgidos desde AMLO hasta ahora? Es evidente que no; de hecho, gran parte del desgarramiento social proviene de la exaltación del enriquecimiento privado, individual y corporativo, especialmente a partir de los años 80. 

Por otra parte, las encuestas sobre seguridad no muestran que los jóvenes estén especialmente inquietos, en comparación con el resto de los grupos etarios, por la cuestión de seguridad; se trata de una inquietud general, al igual que los problemas económicos, sociales y los ambientes. 

Lo anterior lleva a preguntarnos sobre las posibilidades de manipulación de las manifestaciones, buscando los reclamos al gobierno, una forma de presión de la que paradójicamente pueden salir beneficiados diversos grupos de poder que habían sido, igualmente, responsables de las situaciones que vivimos. El hecho de que el gobierno se haya hecho visible, el financiamiento partidista a algunos líderes, el que extrañamente no haya hecho eco en la UNAM; la fuerte presencia con perfiles muy distintos a la Generación Z o la imprecisión de las demandas dan muestra de la posible cooptación de las demandas legítimas por parte de grupos fácticos. 

El que haya intereses políticos, de potentados, de corporativos económicos o incluso de personajes externos al país no exime el que también exista una responsabilidad gubernamental en los asuntos de corrupción, de violencia y de inseguridad. La respuesta de “nosotros no somos iguales”, o el manejo de la información sobre la inseguridad o la violencia no da cuenta del dolor social en Michoacán, Sinaloa o en parte del país. Los intereses fácticos pueden aprovechar el caldo de cultivo de la molestia social, pero ese caldo de cultivo también existe por fallas gubernamentales en la actualidad. 

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jl/I

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