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El Madoka, medio siglo de buen café


Entre los antiguos edificios del corazón de la ciudad, en el 78 de la calle Enrique González Martínez, para ser exactos, resalta uno de los demás por el negocio que alberga: Madoka, café y restaurante desde 1959.

Al entrar al sitio uno se da cuenta de varios aspectos que le dan identidad al lugar: las mesas de madera, las sillas en imitación de piel, una barra alargada que sostiene la enorme y antigua máquina de café y la área roja que simula ser la parte del bar, que es donde normalmente se reúnen los grupos de señores a beber, platicar y jugar una que otra partida de dominó.

“Buen día. Don Sergio, ¿cómo está?”: así reciben a cada uno de sus clientes las meseras del lugar, quienes portan un uniforme blanco y tinto bien puesto, sello del lugar.

Las personas de la tercera edad predominan en el lugar con su taza de café, sus chilaquiles o huevos revueltos al lado y el periódico de su preferencia. Ya en la tarde, trabajadores vecinos al lugar o incluso familias completas se dan cita para comer en este negocio. El paquete de comida corrida nunca falla: incluye agua de sabor o natural, una sopa y un plato fuerte, con lo que basta para que los clientes salgan satisfechos.

Doña Bertha Eduviges Solís, o doña Bibi, como la llaman de cariño quienes la conocen, ha visto crecer y ha envejecido junto al lugar al ser la trabajadora más antigua, pues tiene 58 años de servicio, de los cuales 52 se los ha pasado detrás de la caja. Su jornada laboral inicia a las 7 horas para terminar alrededor de las 22 horas.

“Yo inicié en 1960, de 17 años, el café ya tenía un año. Yo comencé como moza, luego como cubreturnos, luego a las mesas y (después de) cajera. Para mí este lugar ha sido mi vida. Antes corría para venirme, ahora ya estoy cansada”, dijo entre suspiros.

La historia

Según anécdotas de doña Bibi, el café fue inaugurado el 4 de mayo de 1959 por el señor Faustino Trejo de la Rosa, quien fuera dueño del negocio por alrededor de ocho años.

“En esos tiempos se vendía más lo que eran las tortas estilo México y el café, que es lo primordial. Incluso el lugar era más chico y hasta 1963 es cuando se amplió. Después Trejo se lo vendió a Rafael García, ambos fueron socios y ellos metieron el dominó, la comida corrida. Permanecieron hasta que murió uno de ellos y así pasó a muchas manos”, recordó.

Actualmente, los dueños son Félix Antonio Flores y Gustavo Flores, hijos de uno de los pasados dueños del local.

El nombre y el arraigo

Doña Bibi admitió que realmente no conoce el significado del nombre del negocio; sin embargó, recordó que su primer dueño le dijo que significaba “sala de té”. “Él me decía que era sala de té, pero después me dijeron que era nombre de mujer en Japón, quien sabe cuál será, un día en una película vi que una mujer se llamaba Madoka, pero el señor Trejo defendía lo que me decía. Necesitaríamos casi, casi agarrar un diccionario japonés para constatar”.

La empleada resaltó que la amabilidad del personal y del negocio es lo que ha hecho que éste sea parte de la identidad de Guadalajara.

“Aquí los chiqueamos, los tratamos como si estuvieran en su casa, además, les servimos puras cosas buenas. Ya hay tanta gente que nos conoce”.

Bibi rememoró que antes el Madoka era sólo cafetería y nevería, pero ahora se vende comida y hasta cerveza, cambios que han hecho variar la edad de los clientes.

“La mayoría de mis viejitos ya se fueron, ya casi no hay clientes antiguos, son pocos. Ahora vienen sus hijos a recordar, las esposas, pues aquí es como el hogar de muchos”, finalizó.

Sobrevivió

El 21 de julio el Madoka se incendió, siniestro que amenazó con terminar con su historia de más de 50 años; sin embargo, el sitio fue restaurado y a la fecha sigue recibiendo clientes

“Aquí los chiqueamos (a los clientes), los tratamos como si estuvieran en su casa, además, les servimos puras cosas buenas”
Doña Bibi, trabajadora del lugar desde 1960

FV/I