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10 meses parados

Mucho se ha escrito desde octubre de 2018, cuando el presidente electo anunció que se cancelaba el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México (NAIM) porque estaba “plagado de corrupción”. En varias ocasiones he escrito que esa decisión tomada cuando López Obrador todavía no era presidente en funciones marcó el principio del fin de su gobierno. 

La decisión de cancelarlo tomó por sorpresa a muchos, incluyendo a quienes apostábamos que AMLO sería razonable, que ponderaría pros y contras. Incluso el mismo presidente electo mandó mensajes de que el aeropuerto continuaría, pero que habría una severa investigación para detectar y perseguir la corrupción que presumían había. 

Hoy se sabe que al interior del grupo triunfador y que rodeaba al presidente electo había dos bandos: quienes argumentaban que debía seguir el proyecto y quienes impulsaban la idea de la cancelación a cualquier costo. 

Para cualquiera que conociera de lejos el proyecto y que hiciera algunos números estaba claro que lo mejor para el país era que el NAIM se terminara. Esto no significaba que se dejara de castigar la corrupción; era perfectamente posible terminar el aeropuerto y perseguir a los corruptos. 

No se hizo. El presidente escuchó al grupo que apoyaba la destrucción del proyecto. Pesaron mucho más los argumentos respecto al “mensaje político” y mostrar claramente que “el presidente no sería un gerente”. 

Del otro lado, quienes entendían de números insistieron en las consecuencias económicas y financieras, tanto para las finanzas como para la confianza de los inversionistas. 

Si el nuevo gobierno podía echar a la basura un proyecto de tal magnitud, ¿qué se podía esperar de todo lo demás? 

El proyecto se canceló y con ello, López Obrador selló el curso de su gobierno. La Auditoría Superior acaba de publicar el costo total estimado de la cancelación del NAIM: 331 mil millones de pesos. El 5 por ciento de todo el presupuesto público federal. Tirado a la basura. 

Hoy la inversión productiva está 17.2 por ciento más baja de cuando AMLO llegó al poder. 

He escuchado a muchos decir que México es más grande que un aeropuerto. Por supuesto. Pero la cancelación sí marcó un cambio de rumbo en el ritmo de crecimiento del país. 

Todo 2019 la economía no creció, sino que se hizo más pequeña. Un -0.3 por ciento. En 2020 vino la pandemia y se convirtió en el pretexto perfecto para los malos números económicos. 

El problema es que la pandemia se disipa y ahora volvemos a lo que teníamos antes de marzo de 2020: la economía mexicana no camina. A la profunda caída de 2020 le siguió un rebote que se quedó a medias. 

Hoy el país volvió a su tendencia que tenía desde 2019: el estancamiento. México está parado desde marzo de 2021. Una economía parada no crea empleos suficientes y no genera mejores ingresos para sus habitantes. 

Al presidente los datos económicos lo tienen sin cuidado. Por lo que no hay ni habrá cambio de rumbo. Y pensar que todo empezó en octubre de 2018, cuando un presidente electo decidió echar a la basura el NAIM y con él, su sexenio. 

Twitter: @Israel_Macias

jl/I