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El país de la pornopolítica

En México, la vida pública es pornografía pura. Las y los políticos muestran sus deseos de forma explícita, sin argumentos y sin razones. El deseo se apropia de las acciones. Gobernantes, representantes y aspirantes recrean sus fantasías públicamente y viven en su propia versión de la realidad a costa del país mismo.

Si bien han quedado atrás “los grandes relatos y proyectos nacionales”, de unos años para acá nos hemos enfrentado a lo opuesto: una pulverización discursiva e ideológica en la que los partidos se han despojado de sus supuestas doctrinas y han sido reemplazados por tribus y bandos en conflicto que –como sostiene Bauman– se rehúyen y desisten obstinadamente de persuadirse unos a otros.

Aun cuando López Obrador ha logrado reconstruir una historia de la realidad –que ha sido parcialmente aceptada por un buen número de mexicanos–, lo que prevalece en nuestra vida social es la ausencia de ideas que sirvan de piso a acciones y relatos colectivos.

Incluso, dentro del partido del presidente, lo que priva es la lucha descarnada, sin ideas ni causas; una pelea de callejón por las posiciones, las plazas y el control de los espacios de poder; todo esto bajo la amenaza de que, si no hay cabida ahí la oposición está lista para recibirlos.

Los relatos, a veces místicos, del presidente han servido para muchas cosas, entre otras para sustentar su popularidad electoral, pero han sido de poca utilidad en el fortalecimiento de nuestra vida institucional. Así, los tiempos de la fragilidad estatal y atomización ideológica llegaron a México al mismo tiempo que López Obrador al poder, un líder carismático que en los hechos ve con cierto recelo a las estructuras y las organizaciones.

Ante este escenario de burdo pragmatismo, la orgía político-electoral en la que vivimos se puede apreciar sin ninguna restricción. Los colores y las filiaciones éticas han desaparecido. El “todos contra todos” y el “sálvese quien pueda” nunca tuvieron más sentido. La certeza es un insumo inalcanzable en el camino a 2024 y las imágenes de obscenidad política se reproducen a caudales todos los días.

Por ejemplo, el PRI de Alito apoya al gobierno federal en la militarización del país. Sí, al gobierno que sacó al PRI de Los Pinos y que hoy lo tiene contra la lona. El principal opositor del presidente es el coordinador de los senadores de su partido que ha trabajado, codo a codo, con la oposición para detener sus iniciativas.

La alianza entre el PRI, el PAN y el PRD se desmorona porque el PAN le reclama al PRI congruencia y responsabilidad. Lily Téllez, impulsada por AMLO para llegar al Senado, hoy es una de sus principales críticas y detractoras.

Alfredo del Mazo, gobernador del Estado de México, acabó haciéndole campaña a Claudia Sheinbaum en su informe de gobierno. Sandra Cuevas, que llegó a la alcaldía de Cuauhtémoc en la Ciudad de México, bajo las siglas PAN y el PRD, afirmó que Ricardo Monreal será el próximo presidente de la República.

La mayor parte de los medios tradicionales de comunicación se asumen como feroces críticos del presidente, pero cubren de forma puntual y sostenida las agendas de sus corcholatas y no voltean a ver a las y los posibles candidatos de la oposición, con la esperanza de que la relación con la o el nuevo presidente los favorezca.

En resumen, la vida pública de nuestro país está secuestrada por los intereses y deseos de unos cuantos que no responden, ni siquiera, al llamado de un partido, una doctrina o una causa política. El deseo de poder y el afán de exponerlo públicamente ha ocupado la discusión pública. Como en una película porno, aquí no hay argumentos, ni plan de acción, ni historia que contar, solo instintos y anhelos que se muestran abiertamente a cualquier espectador.

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