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El sexenio más aburrido de la historia

La historia de este sexenio ha sido muy aburrida. No tiene la emoción de otros periodos presidenciales en los que no se sabía qué iba a pasar. En este sí lo sabemos, cuando menos en términos de grilla. El perfil de los personajes, muchos de ellos vomitivos, la trama y hasta los diálogos se definieron muy rápido y se volvieron predecibles y monótonos.

La política en tiempos de AMLO está muy lejos de los altibajos emocionales y existenciales de Game of Thrones o de la presidencia de Peña Nieto, por citar dos exitosas series televisivas, y se ha convertido en un sketch al estilo del Chavo del Ocho.

Así, ante la novela cuatroteísta el público intuye lo que va a pasar en cada capítulo o de plano se lo sabe de memoria. Los espectadores advierten que los escenarios difícilmente se modificarán, que la reiteración será uno de los personajes centrales y no perderá su lugar protagónico. Sin embargo, muchas y muchos se mantienen atentos, fingiendo sorpresa y otros ya han optado por cambiar de canal o de plataforma.

Ya sabemos, por ejemplo, que Andrés Manuel López Obrador presentará sus logros y señalará y fustigará a sus oponentes desde el púlpito mañanero, sin datos, sin certeza estadística, sin argumentos técnicos, solo apoyado en la intuición política que lo caracteriza y el respaldo de una mayoría que cada vez parece más inamovible e impenetrable.

Por su parte, las y los líderes de la oposición seguirán haciendo lo mismo: tropezando con su larga cola, su pasado y su falta de destreza política. Celebrarán extasiados algún triunfo efímero, pero luego se acusarán unos a otros de frenar y entorpecer el avance de su alianza.

Desde Atlanta, Anaya seguirá mandando videos a propósito del apocalipsis nacional. El insípido y minúsculo Marko Cortés denunciará, un día sí y otro también, la corrupción del gobierno federal y la falta de visión del presidente. Alejandro Moreno seguirá entrampado en los escándalos de Alito, incluido su trastorno maniaco depresivo y el PRD seguirá siendo un lastre para todos, incluso para ellos mismos. La moraleja del cuento es obvia: nadie puede hacer política si el adversario es más poderoso y conoce tus secretos más oscuros.

En lo que corresponde a los grandes empresarios del país, seguirán haciendo mutis. Es evidente que la 4T los ha tratado tan bien como los gobiernos más neoliberales de la historia y eso es lo único que importa. Con excepción de Claudio X. González y algunos de sus más fervientes devotos, los dueños del dinero se mantendrán en la discreción y el silencio en tanto haya negocio.

Los medios de comunicación, tradicionales y alternativos, seguirán luchando por imponer su verdad desde las trincheras pro y anti. Las “mentes brillantes” del país seguirán machacando, desde el otro púlpito y cada vez con más rabia, los argumentos históricos, académicos y científicos que sostienen su análisis respecto al fracaso rotundo del actual gobierno federal. Los escuchará y leerá su público cautivo, nadie más.

No podemos perder de vista que la política, entre otras cosas, es un juego de cálculo y estrategia, un tablero sobre el cual se despliegan discursos con el fin de modificar la realidad; si no lo hacen, entonces habrán fracasado en su encomienda principal. Y si bien en México estamos sobrados de discursos, arengas y, sobre todo gritos, parece que nada ha cambiado desde el inicio del sexenio o desde diciembre de 2020, cuando se conformó la colación Va por México.

En lo sustancial, todo indica que este culebrón seguirá bajo el dulce encanto de lo predecible: el lopezobradorismo seguirá ganando, la oposición perdiendo y el país sumido en el tedio y el hartazgo del día a día. Padeciendo el drama de nuestra cotidianidad.

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jl/I