INICIO > OPINION
A-  | A  | A+

Río Santiago

Hay inversiones millonarias que no sirven para mucho. O no al menos para lo que se supone que deberían servir. De manera que lo importante no es cuánto dinero se abone, la cantidad de discursos pronunciados aquí o en el extranjero o los planes de salvamento anunciados. No, lo importante es si se ha logrado resolver el problema, en este caso, la restauración del río Santiago. ¿Hace cuántos años que hemos estado hablando en Jalisco y particularmente en la metrópoli tapatía de la contaminación que terminó por matar al río Santiago y de la necesidad de su recuperación?

Sin pretensión de exactitud, digamos que hace más de medio siglo. Y medido en los tiempos del poder ello significa que han transitado alrededor de ocho o nueve presidentes de la República y gobernadores, incluidos los actuales, y una gran cantidad de presidentes de los municipios por los cuales transcurren las aguas de este río que en tiempos antiguos fueron caudalosas y con la fuerza suficiente para deshacerse por sí mismo de los desechos tóxicos que empezaron a verter las primeras industrias que fueron autorizadas para que se asentaran en sus márgenes desde fines del siglo 19.

Entonces el ímpetu de su cauce era tal que, al llegar al municipio de Juanacatlán, daba vida a la hermosa cascada conocida como el Salto de Juanacatlán. Pero luego, pasada la Revolución mexicana y ya bien asentado el sistema político derivado de aquella, vendrían las políticas desarrollistas e industrializadoras que, hasta la fecha y a pesar del discurso políticamente correcto del “desarrollo sustentable”, no han dejado de otorgar permisos al por mayor para la instalación de industrias siguiendo el cauce del río, así como su represamiento.

Fue así como la capacidad natural del río para autorregenerarse se fue debilitando al grado de provocarle su muerte. Hace décadas que en sus aguas es imposible la vida acuática que en otros tiempos fue por demás abundante y fuente de alimentación sana para miles de personas. Sus aguas ahora son letales también para la especie humana.

Por lo anterior, ahora al río Santiago se le conoce como el drenaje del mayor corredor industrial de Jalisco y de la Zona Metropolitana de Guadalajara, y como uno de los ríos más contaminados de México y de buena parte del mundo. De hecho, tanto por su represamiento como por el uso que se hace él, en sentido estricto, se hace difícil seguir nombrándolo río.

Para dejar constancia de que hay memoria histórica debemos recordar que el 14 de abril de 2008, apenas dos meses después de la lamentable muerte por contaminación del niño Miguel Ángel López Rocha que accidentalmente había caído al río, por las calles de Guadalajara protestaron miles de pobladores de El Salto, Juanacatlán y Puente Grande. Después de su movilización, y dado que el gobernador en turno, Emilio González Márquez, no se dignó recibirlos, dejaron en manos de un funcionario menor su pliego petitorio que hasta la fecha no ha sido atendido.

Varias de sus exigencias, como las siguientes, siguen vigentes: que se declare a sus territorios zona de emergencia ambiental y de acción gubernamental extraordinaria; la instrumentación de una red de monitoreo del aire; la construcción de un hospital de zona de tercer nivel en El Salto y convertir el centro de salud de Puente Grande en hospital; suspender la autorización de permisos de construcción de zonas habitacionales, industriales y comerciales, etc.

Como puede verse, las demandas y el contenido de este pliego era una manifestación genuina y clara de que los pobladores de estos pueblos del río Santiago sabían desde entonces lo que se tiene que hacer, pero los gobernantes, como estrategia contrainsurgente, han preferido hacerse bolas y con todo su desprecio hacia las poblaciones seguir negando la gravedad del problema.

[email protected]

jl/I