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Váyase a La Chingada 

A López Obrador no le marchan por la inseguridad, se le manifiestan por atentar contra el sistema democrático mexicano. Los insultos del presidente no detuvieron a quienes acudieron a la marcha en defensa del Instituto Nacional Electoral (INE); al contrario, les motivó, y ahora resulta un halago ser aspiracionista. Al presidente ya no le dieron más las mañaneras de una semana en las que se dedicó a criticar la legitima marcha a favor del INE y de los institutos locales electorales. A pesar de que en todos los temas nos lleva ventaja, y es él quien pone los temas de la agenda pública, fue más fuerte el clamor de millones de personas que de manera simultánea en 22 entidades federativas se manifestaron y que trascendió hasta nivel internacional con un grupo en España, además de una marcha virtual a través de redes sociales y de videoconferencias. 

En el discurso que dirigió José Woldenberg en el Monumento a la Revolución, dijo: “Nuestro país no merece regresar al pasado porque lo construido permite elecciones auténticas, piedra angular de todo sistema democrático”; y efectivamente tiene razón: por ningún motivo debemos regresar al pasado, ese pasado que no deja ir el presidente de la República y que la reforma que ha planteado está motivada más por un revanchismo y venganza que en realidad por un deseo legítimo de avanzar en la democracia. AMLO aplica el “si no estás conmigo, estás en contra de mí”. 

La monopolización de los procesos electorales por el propio Estado resulta un capricho con miras a las elecciones de 2024. Por supuesto, estos intentos no son nuevos, ya lo decía Roosevelt: “Una gran democracia debe progresar o pronto dejará de ser o grande o democracia”. Nadie nos negamos a que exista una revisión profunda a las instituciones democráticas y que a partir de ahí se realicen las adecuaciones pertinentes. Así es la ley, dinámica, pero en el caso de la reforma electoral que sugiere el presidente no solo soslaya la democracia del país, la pone en un grave peligro ante errores que ya hemos pagado como Estado; él mismo en algún momento fue víctima de lo que ahora quiere revivir como los peores momentos en la vida democrática mexicana. 

No olvidemos que fue el mismo López Obrador quien como oposición defendió a las instituciones democráticas de este país; incluso fue el INE por quien a través de un proceso electoral democrático llega a ser presidente y con ello en las recientes elecciones llegan a 22 estados gobernados por su partido. Nadie en su sano juicio está en contra de una revisión a fondo sobre el presupuesto del INE, sueldos, infraestructura y todo lo que implica este instituto, pero de ahí a que se abarate la democracia es mucho el riesgo y pocos los incentivos para desaparecerlo desde la visión ciudadana. 

Por otro lado, recientemente el INE fue reconocido por el Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rico por su aporte al fortalecimiento de la democracia electoral en el mundo, la cooperación técnica y académica, su labor editorial sobre la democracia e intercambio de experiencia sobre fiscalización y formación ciudadana. El INE resulta ser un referente a nivel Latinoamérica, con buenas prácticas en lo que le corresponde, según la propia ley, pero a los ojos de Andrés Manuel López Obrador es un instituto oneroso, corrupto, abusivo, con intereses políticos propios. 

Auguramos que en la mañanera de este día el presidente estará sumamente enojado por la alta e histórica participación ciudadana en la marcha por la democracia; por eso lo que le deseamos es que se vaya a La Chingada (su rancho) a descansar, a realizar un acto reflexivo que le permita visualizar una reforma justa a lo que requiere el sistema democrático mexicano, y que deje al INE y a los institutos electorales locales en paz. 

*Dra. en Derecho 

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jl/I