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El reto de la oposición

El tiempo avanza con velocidades que se perciben diferentes en los distintos espacios que intervendrán en procesos electorales este y el próximo año. De esta forma, hemos sido testigos de dos cierres de precampañas en el municipio de Texcoco, en el Estado de México, en los que, con impresionante sincronía, Morena y el PRI colocaron las principales rutas ideológicas de sus candidatas y partidos frente a sus bases electorales.

Delfina Gómez, candidata de Morena que va en coalición con el PT y el Partido Verde por una parte, y Alejandra del Moral, del PRI, cerró su precampaña en el mismo municipio sin la presencia de dirigentes del PAN y PRD, que se perfilan en la alianza por la gubernatura del Estado de México.

Poco a poco se incrementa la duda respecto al papel que van a desempeñar los partidos que se encuentran en la oposición. En el caso del partido en el poder, cuenta con la anexión de dos partidos que tienen ya una cierta trayectoria en la historia de los partidos políticos en México, en 1990 el Partido del Trabajo y 1986, el Partido Verde. Ambos partidos con menos de 40 años de existencia, en tanto que PAN y PRD cuentan con disímiles antigüedades de 84 y 34 años. El propio Movimiento Regeneración Nacional cuenta con su registro como partido político a partir de 2014.

Desde el inicio de la década de los años 90, con el surgimiento de un órgano electoral ciudadano independiente del Poder Ejecutivo federal, a partir de 1997, se marcó un sensible cambio en el procesamiento electoral. La participación política adquirió condiciones diferentes al definirse un juego distinto de intervención de los partidos en una dimensión en la que los partidos de oposición representaban, a diferencia del pasado, una opción latente de representación política, fundamentalmente, en las diputaciones y, eventualmente, en algunas regiones del país que constituyeron momentos de cambios sensibles en la intervención de la representación política.

Se transformaba, como lo señaló en algún momento Soledad Loaeza, el cambio de considerarse de oposición a partidos en oposición. Sin embargo, la presencia continua de los partidos en áreas de representación generó un esquema difícil de transformar, como lo fue el hecho de que los partidos se convirtieron en especialistas del juego de representación partidista proporcional, sin necesidad de profundizar en sus plataformas sociales ni con una real exposición ante electorados diversos. De esta forma, los partidos fuertes, que han desarrollado bases electorales extensas a través de estrategias diversas, mantienen sus espacios de representación más o menos con cierta claridad en términos de sus capacidades de operación y de respuesta electoral en su favor. El gran tema es qué sucede con la oposición.

De hecho, la transformación cualitativa de la oposición que se experimentó desde 2018, tanto a nivel nacional como en el propio local, coloca la relación de fuerzas en estructuras de las que no hay una claridad institucional respecto a sus fórmulas de gestión y representación.

Las tendencias marcan una cierta continuidad de las ofertas en la administración en este momento. El misterio se encuentra, como históricamente ha sido, en los planes de los partidos que juegan en este momento en la oposición. Las alianzas constituyen esquemas de funcionamiento partidista que busca mantener áreas de cierta influencia en la gestión de partidos. Sin embargo, el ámbito ausente de toda esta nueva etapa es la ciudadanía, hacia donde no fluye ningún tipo de información que no sean los breves chispazos de humor y de esquemas simplistas de información a través de algunas plataformas digitales.

Se presenta una nueva oportunidad de promover a las oposiciones o, bien, se desarrollará una nueva fase de asimilaciones de las marcas a los sistemas hegemónicos.

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