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Construyen diputados puentes

En la actual legislatura, la Sexagésima Tercera, parece que la principal profesión de los diputados es la arquitectura en vez del derecho, porque se han caracterizado por construir puentes legislativos.

A nadie parece molestarle ni investigar o marcar la diferencia cuando se trata de agendar actividades como Congreso del Estado porque mayoritariamente prefieren tener eventos de martes a jueves, dejando libres lunes y viernes.

Ellos señalan que de manera casual hasta por “coincidencia”, en la agenda legislativa, que es pública, se da este fenómeno sin que sea algo intencional, pero la realidad los supera.

En este sentido parece que los legisladores aprendieron de la dinámica del calendario escolar de recorrer los días festivos a un lunes para hacer puentes vacacionales y propiciar la derrama económica e incentivar el turismo, porque están haciendo algo parecido al dejar lunes y viernes sin actividades.

Sólo hablamos de un beneficio propio de los legisladores porque a nadie más benefician estos puentes legislativos, pues los empleados y la maquinaria del Congreso local siguen su curso.

El beneficio directo es para el diputado local porque dispone de tiempo adicional para agendar compromisos partidistas, políticos, de campaña o incluso personales sin tener ningún problema al ausentarse en algún evento programado.

Es cierto que no hay un acuerdo escrito ni verbal, pero sí existe la complicidad de buscar concentrar sus eventos de comisión, de ruedas de prensa o de foros entre martes y jueves, y también porque saben que esos días sí estarán sus compañeros para garantizar el quórum.

Ha pasado que si agendan eventos en esos días tienen que cancelarlos porque no tienen mayoría para iniciar la sesión y prefieren ponerla en los días que seguramente estarán todos.

Como ayer, que hubo en agenda nueve eventos, algunos a la misma hora, y hasta foros que por su duración provocaron que los diputados abandonarán ese evento para irse a otro.

Esta dinámica refleja la poca importancia que le dan a la calidad de su trabajo porque prefieren estar solos con sus invitados en los eventos que garantizar que más compañeros los escuchen y reflexionen sobre lo planteado porque simplemente no pueden estar por haber otras actividades o, como saben que no importa su ausencia, no van o se retiran.

Este es un vicio legislativo que se está haciendo costumbre en el ritmo de trabajo de los legisladores.

Apenas regresaron del periodo vacacional y la primera semana laboral tuvieron sólo tres días de trabajo, y en la segunda hubo dos días con poca actividad, hasta ayer que cargaron la agenda.

Es común observar un palacio legislativo muerto los viernes y los lunes porque no se ve gente en los pasillos platicando o yendo de un lado hacia otro; hasta los propios trabajadores reconocen que son días tranquilos y se pueden hacer hasta actividades personales.

Las estadísticas no mienten, en promedio de 340 días hábiles, sin contar los que fueron periodo vacacional, seis de cada 10 días son los únicos que trabajan; el resto no importa.

No hay indicadores ni procedimientos sobre la dinámica legislativa ni los habrá porque no se quieren poner la soga al cuello, además se justifican señalando que no tienen horarios ni sitios de trabajo. Sin embargo, si no reconocen su propia agenda legislativa y cómo distribuyen las actividades, jamás podrá haber una mejora.

El actuar de los legisladores locales es evidente y sólo falta ver si empiezan a tener una actividad legislativa más intensa y de manera uniforme a lo largo de la semana, para evitar meter en problemas a los empleados que en ocasiones salen más tarde o andan buscando más sillas y personificadores para las mesas para poder tener todo listo.

Los empleados son los que pagan los platos rotos cuando deben salir más tarde por las sesiones de pleno interminables por saturación de temas.

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GR/I