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Homenaje a Chava Flores

Siento que, en su tiempo, además de algunos ilustres personajes que fueron objeto del importante nombramiento de “cronista de la Ciudad de México” por sus generosos saberes del pasado, de sus más bellos edificios y demás expresiones culturales, también debió de ser considerado quien conoció y hasta cantó las formas y los acaeceres de sus entrañas –de su infraestructura, dirían los hoy elegantes marxistas–, gracias a que en muchos sentidos puede decirse que las vivió en carne propia.

Además de haber nacido en el barrio de La Merced, ni más ni menos que en la mera calle de la Soledad, el 14 de enero del año de 1920, cuando el antiquísimo mercado era todavía el más importante de la capital. Fue el principio de su recorrido por casi todos sus barrios y colonias: primero, porque su padre, don Enrique, era en verdad “pata de perro”, después como resultado de la necesidad imperiosa que ocasionó la muerte de éste en 1933.

Como sea que haya sido, nuestro hombre cumplió cabalmente con la obligación de cualquier antropólogo que se precie: hizo un exhaustivo trabajo de campo de una chamba y de una sede a la otra, lo que se reflejará después: a partir de los años 50, cuando se descubrió como compositor de su famoso género “humorista, popular y urbano”. Para lo cual era necesario un profundo conocimiento de causa, un gran sentido de observación, una gran conciencia social y fino sentido del chiste.

Claro fue en la XEW y en la XEQ donde debutaron sus composiciones que recorrieron el país de cabo a rabo. No creo que haya mexicano alguno nacido en el siglo pasado que no haya oído alguna de sus canciones. Es posible, eso sí, que no sepa de su autor, pero recorrieron de tal manera las ondas sonoras que llegaron a todos los oídos.

Se dice que el primer éxito fue Dos horas de balazos, que parodia las famosas “películas de vaqueros” frecuentes en aquellos tiempos, pero la canción de Chava Flores coincidió con una famosa batalla campal en la Alameda entre policías y partidarios de Henríquez Guzmán a la Presidencia, que encajó muy bien con los recurrentes cambios de letra con dicho acontecimiento… De manera que, junto a la versión original con algunas permutas como la de “América del Norte” por “Alameda Central” se difundió por todas partes…

Después vinieron la Boda de vecindad y enseguida Peso sobre peso, conocida también como Bartola, y tantas y tantas más que pasaron por el cine y la televisión; sin embargo, lo más importante es que corrieron por todas partes, de boca en boca, con sus propias letras, pero también con adaptaciones populares. Finalmente, la agudeza culmina con una muy cómica pero asaz aguda y profundamente triste: ¿a qué le tiras cuando sueñas mexicano? Que, para mí es una obra maestra de la sociología popular.

Lo saludé solamente de pasada en algunas ocasiones, además de haber oído casi todas sus canciones no sé cuántas veces. Pero lo que más recuerdo es haber asistido a sus dos despedidas: la primera, cuando se retiró a Morelia, con ánimo de vivir con más tranquilidad; la segunda, cuando regresó a su Ciudad de México y se le hizo otra despedida porque ahora sí se nos iba en serio: lo hizo el 5 de agosto de 1987.

Para mí, Chava Flores es una de las mejores expresiones de nuestra ciudad capital, por encima de tantos cantariches que no han hecho más que degradarla.

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jl/I