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El abogado de los amparos
Porque nos la quitaron
Políticamente se habla de la periferia siempre como un sitio distante e indefenso que debe ser rescatado o, al menos, contado para poder entenderlo, a veces incluso para poder huir de él.
Los que no la conocen tienen solo dos formas de aproximarse a ella: desde la romantización (un lugar por descubrir, con potencial, habitado por luchadores y héroes anónimos) o con el espanto que les causa la precariedad que no comprenden, o no quieren comprender, y que ven como un peligro. Una advertencia.
En ese sentido, de una manera mordaz y profundamente despierta es que la autora mexicana Lucía Calderas (Estado de México, 1999) observa su entorno, el paisaje migrante, diverso y extraordinario del Estado de México, las orillas de la Ciudad de México, en el libro Nuestra gloria los escombros, publicado este año por Sexto Piso.
Ese lugar que observa es en el que ella misma creció y que entiende no sólo como un lugar en donde suceden fenómenos que afectan a los cuerpos y mentes de quienes nacen y crecen ahí, sino como una forma de pensar, una forma de sentir que se opone a las estructuras hegemónicas.
Una forma distinta de entender el amor, el placer erótico, la identidad y la alteridad de los cuerpos marcados por la pobreza, el hambre y la enfermedad, consecuencias todas de haber sido orillados territorialmente del desarrollo y un proceso histórico que comienza, en realidad, tiempo antes, cuando su abuela y su madre abandonaron la ruralidad del campo, su idioma y sus raíces, a cambio de mejores oportunidades.
Se trata, sobre todo, de un libro conformado por imágenes, fragmentos y recuerdos personales que componen el grueso del paisaje donde creció la autora y donde es capaz de señalar de manera transparente y brillante, sí la belleza y la libertad de la contestación que supone no ser para siempre absorbidos por la máquina uniforme de la urbanización en una ciudad como la Ciudad de México, pero también la opresión real, la violencia y la enfermedad de los entornos precarizados que luego también se hereda de generación en generación.
Hay varios hilos que componen al libro, en ese sentido, como no hubiera podido hacer nadie como una mujer.
El primero tiene que ver con el linaje femenino, las abuelas y la violencia colonial y machista que nos pasaron a través de la condena del cordón umbilical.
También lo articulan ideas y ensayos sobre el cuidado de los enfermos como lenguaje económico del afecto –que tendría que proporcionar el Estado, pero lo proporcionan en general las mujeres– el territorio, el lenguaje, la migración y sus consecuencias intergeneracionales y la sexualidad, el erotismo y el deseo del que no se habla.
Destaca que para contar este libro que hace ensayo también a partir de la fragmentación, no recurre a los estilos formales para narrar este tipo de experiencias de la periferia que hasta hace poco contaban los que estaban en el centro con una mirada exotista.
La proeza de este libro es que Lucía Calderas parece saber de memoria toda la mitología, el exotismo y la romantización que se hace de la periferia en el centro a través de la literatura y ella misma, a través de estos fragmentos, retoma la posibilidad de contarlas directamente y de encontrar ahí nuevas respuestas para enfrentar al mundo y vivir, a pesar de todo, en él, ocupando el lugar necesario con holganza, sin pedir permiso.
X: @alecarrillogl
jl/I