Siempre es difícil poner en palabras cómo se pone el mundo de cabeza cuando uno sale de una relación en la que recibió violencia doméstica.
Hay demasiada confusión, todo lenguaje parece limitado. No se coordinan racionalmente las emociones, el deseo, el instinto de supervivencia. El dolor. Los trámites que acompañan luego el rompimiento, la mudanza. Si es el caso, la denuncia. El procedimiento judicial.
El retorno a la sociedad que siguió su rumbo sin ti -el abuso también se siente como una pausa del mundo- también es una odisea. Importan de pronto los detalles más nimios porque la guardia está alta y, al mismo tiempo, al mirar la herida, hay todavía algo innombrable, no se entiende de la noche a la mañana, aunque se esté a salvo.
Es como un lapsus de lenguaje en dónde puede caber a veces también, como una intrusa, la felicidad, la emoción, la excitación y el placer. La vida nueva.
De manera muy transparente y genuina el libro Rom Com, de la autora cubana Claudia Muñiz, hace una crónica de ese momento puntiagudo, en donde todo está extrañamente calmado, aunque sea incomprensible para otros y otras cuando no lo han vivido.
Deconstruyendo la idea de que esta historia pueda tratarse de amor o de la ruptura, Rom Com desafía el relato tradicional del desamor para hacerlo sobre las muchas otras secuelas que deja una experiencia compleja como esa.
En la novela, Muñiz habla con un lenguaje casi secreto, único y muy sencillo que a veces se oculta como un camaleón en discusiones sin fin que ocurren en su imaginación con su agresor -que antes de ser su agresor fue su compañero, su amigo, la persona con la que compartía sus miedos más íntimos y las inseguridades que luego usó en su contra, eso que no nos atrevemos a volver a ver cuando todo ha salido mal-. Tratando de terminarlas de maneras distintas, haber escapado antes.
Porque en todas esas experiencias, sobre todo cuando el terrible episodio acaba, hay algo que se desprende de las que fuimos como si se tratara de un nuevo ser hecho de nuestras células que somos nosotras mismas.
Quizá, de eso se trata crecer. Ser salvadas por nosotras-otras.
La historia de Rom Com sigue la propia historia de Claudia, en una especie de testimonio, pero no la disfraza, no la oculta, sino que la deja ahí en una crudeza que no espanta, sino que reconforta, nos devuelve una imagen matizada por la compasión.
La conquista de este librito, publicado apenas a finales del año pasado por la editorial española Caballo de Troya, tiene que ver con abordar un tema tan frágil, tan difícil para quienes lo viven y tan prohibido para quienes lo atestiguan, sin refinamientos. Sin la pretensión de la pulcritud ni una búsqueda antiséptica por ser correcta o por representar al grueso de las personas que han vivido relaciones violentas que trituran su percepción del yo. Lo hace ahí, sin miedo, como cuando se lo contamos a nuestras mejores amigas, sin tapujos, sin miedo a que nos juzguen o a pesar de eso, con la valentía de saber que quien hurga en esa herida no encontrará la respuesta justa, la dimensión exacta: no hay acá un prototipo para salir de esto. No está en el libro la heroína fortalecida que pudo con todo.
Y ese testimonio me parece profundamente útil. Me hubiera gustado leerlo justo en ese momento de confusión del que salí yo misma, cuando nada de lo que yo misma hacía frente al espejo me parecía real.
Ahora entiendo que no hubo nada más real en el mundo que ese limbo donde, a pesar de todo, una se encuentra a una misma.
Rom Com está a la venta en Amazon.
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