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Justificación
No permitirá construcción
A partir de la pandemia en 2020, la profesora e investigadora del Departamento de Historia del Centro Universitario de Ciencias Sociales Y Humanidades, Gisela Carlos Fregoso, junto con un equipo de investigadoras y estudiantes, inició un proyecto para rastrear en Internet las fichas de búsqueda de mujeres desaparecidas. La inquietud surgió tras intentos de desaparición de estudiantes y derivó en un estudio exhaustivo en 2021.
El primer hallazgo que obtuvieron fue que, mientras las autoridades emitieron 60 fichas oficiales, ellas localizaron 233 “fichas caseras” publicadas por familiares y amigos en redes sociales. El segundo, que estas fichas no oficiales se concentraban en zonas muy específicas del Área Metropolitana de Guadalajara, al grado de identificar ocho “corredores” de desaparición. Estos puntos, ubicados en áreas con acceso a grandes avenidas –como Avenida Patria o zonas de Tlajomulco– facilitan, advirtieron, la rápida movilización de personas fuera de la ciudad.
Mencionó que el análisis reveló también un patrón inquietante: la ciudad está diagramada racialmente, con zonas donde la vigilancia es menor y la impunidad mayor. Las fichas mostraron cómo la clase social, el lugar de residencia y el color de piel influyen en la presión social y mediática para que una desaparición sea atendida.
La investigadora contrastó casos: en la costa chica de Oaxaca, la desaparición de Alondra Ruiz, de una comunidad afromexicana, no movilizó al estado, mientras que, en Guadalajara, la búsqueda de María Petersen, joven de tez blanca, activó una amplia respuesta institucional.
Insistió en cómo la clase, la colonia o la zona en la que se mueve una persona la vulnera, cuando no debería ser así, pues todas las personas merecen ser buscadas.
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