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No solo libres de violencia

El primero de febrero de 2026 se conmemorarán 19 años de la entrada en vigor de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), una ley que ha contribuido significativamente en la erradicación de la violencia ejercida hacia las mujeres en México.

También es cierto que todavía en forma cotidiana, más continuos de lo que esperaríamos, nos enteramos de actos feminicidas, de violencia cruel, de actitudes y conductas misóginas y de prácticas cotidianas de inequidad en contra de las mujeres, sean niñas, adolescentes, jóvenes, adultas o adultas mayores.

Todavía persisten, en muchas ocasiones normalizadas y sin darnos cuenta, actitudes y conductas de misoginia concretadas en diversas manifestaciones, como los chistes en los que ponen a la mujer como una persona muy limitada cognitivamente, como una a la que sin mucho esfuerzo se engaña y como una irracional con frases despectivas como “perra”, “loca”, etc.

Creo firmemente que podemos coincidir que falta mucho trabajo para erradicar la violencia en la vida de las mujeres.

Pero también estoy convencido en que es justo, necesario y urgente que las autoridades federales, estatales y municipales, y las y los legisladores federales y estatales diseñen e implementen políticas públicas y planes y programas de trabajo para favorecer que las mujeres, de acuerdo a sus edades, circunstancias y condiciones (no todas las mujeres son iguales: las hay con discapacidad, en situación de calle, indígenas, adultas mayores, con enfermedades crónicas, con familiares desaparecidos, etc.), logren vivir en bienestar, con dignidad, logrando su autorrealización y con sentimientos de felicidad.

Hoy, por ejemplo, continúan las injusticias e inequidades con: las mujeres dedicadas a los cuidados; las adultas mayores que viven en los asilos sólo esperando la muerte; las adultas mayores en situación de calle, prácticamente abandonadas a su suerte y que por requerimientos administrativos no pueden gozar ni siquiera de la pensión “universal” del bienestar, y las mujeres trabajadoras que continúan afectadas con la brecha salarial. Y así con muchas más. 

Para lograr que las mujeres tengan una vida libre de violencia no bastan los esfuerzos gubernamentales con la orientación que hasta ahora se ha trabajado, pues es indispensable integrar a las y los padres de familia, tutores y maestras y maestros que promuevan estilos diferenciales de crianza y educación a las y los niños a fin de que faciliten el desarrollo del respeto, la equidad y la colaboración entre los géneros para corregir las desventajas que viven las mujeres con respecto a los hombres y lograr su bienestar.

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jl/I

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