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Diego San Román repite puerta grande

(TRIUNFADOR. San Román se llevó la tarde en la Nuevo Progreso. Foto: Jorge Alberto Mendoza)

Una vez más, el matador de toros queretano Diego San Román, volvió a demostrar de qué está hecho. Sacó la cara por México al plantarse en plan grande durante su segunda actuación en lo que va de su carrera en la Nuevo Progreso; puerta grande, una vez más, con un total de tres orejas que ayer cosechó durante la segunda corrida del serial de aniversario en el coso de la Monumental. 

Tarde de la que se esperaba más, mucho más del ganado de La Estancia. Toros impecablemente presentados, pero desiguales en juego; en su conjunto, astados que no ofrecieron oportunidad, salvo el segundo y el sexto de la tarde, que rompieron el común del resto de sus hermanos para ofrecer lo mejor de la tarde. 

El joven coleta queretano consiguió el triunfo más fuerte de la tarde. Con su primero, un toro que acabó rajándose al sentir el poder de la muleta y técnica, San Román pisó terrenos comprometidos, haciendo gala de su principal cualidad: el valor desmedido, el conocimiento de los terrenos y la conexión con la afición. Faena de mucho mérito, sobreponiéndose a la adversidad, rematando con un estoconazo que le valió la primera oreja de la tarde. 

Ya con su segundo, Diego estuvo en plan grande ante un toro, el mejor de la tarde, que se empleó por ambas manos, destacando la diestra en hondos muletazos que fuerte calaron en los tendidos. Valor, temple, hondura y conocimiento perfecto de dónde tocar a los toros; una faena que acabó rompiendo con la afición tapatía, rematada de entera ligeramente caída que le valió, tras fuerte petición, las dos orejas, al mismo tiempo que su segunda puerta grande en esta plaza. 

Pero la tarde tuvo matices, y el del arte y la inspiración estuvo, sin duda, a cargo del maestro Antonio Ferrera. De menos a más, la faena fue creciendo en emoción, en conexión y en inspiración; con la muleta sin ayudado, por ambas manos, Ferrera cuajó sendas tandas al natural apenas haciendo uso de unas muñecas privilegiadas, con la maestría de los años, con el toque preciso para al final, embraguetarse a los toros por la cintura. 

Falló con el acero en ése, su primero, sin embargo, la transmisión de su labor y sentimiento le valió, merecidamente, la vuelta al ruedo. 

Para quien no hubo suerte en su reaparición fue para el tapatío Alfredo Ríos El Conde. Lidió con lo peor del encierro, toros parados, sin un muletazo y con la cabeza suelta por delante. Se fue entre fuertes protestas tras errar con el acero con su segundo, escuchando un aviso del palco de la autoridad.  

jl/I