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Tesistán y Tepopote, aún sin protección 

LES FALTA. La sierra de Tesistán tiene alrededor de 13 mil 400 hectáreas y el cerro de El Tepopote, mil 200 más, pero ninguno tiene decreto protector. (Foto: Agustín del Castillo)

El corredor biológico metropolitano o “anillo verde” es un cinturón de áreas naturales protegidas concebido desde hace al menos 20 años para resguardar la calidad climática y ambiental de Guadalajara. Pero hasta ahora, no conforma un verdadero anillo: en el poniente de Zapopan existen dos tramos importantes que no permiten el cierre: la sierra de Tesistán, de alrededor de 13 mil 400 hectáreas, y el cerro de El Tepopote, de unas mil 200 hectáreas, las cuales tienen alto valor biológico, pero carecen de un decreto protector.

La buena noticia está para el primer polígono, la sierra de Tesistán. A propuesta de la regidora Karla Díaz López, en junio de 2022 se presentó la formal petición de decretar el área natural protegida correspondiente, una vez que se realice el estudio técnico justificativo. La idea es que la declaratoria de área de protección hidrológica de carácter municipal, culmine en 2023, explicó la edil.

“Están en ejecución los estudios por parte de un grupo de académicos de la UdeG; se trabaja el diagnóstico y la caracterización según los lineamientos que estableció recientemente la Secretaría de Medio Ambiente; creemos que vamos a terminar a mediados del año con el propósito de que sea considerada área municipal de protección hidrológica, que es la categoría más importante que se tiene a nivel municipal”, dijo por su parte la investigadora del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la Universidad de Guadalajara (UdeG) Ana Luisa Santiago, quien coordina al equipo de investigación.

Y agregó: “La sierra de Tesistán y sus cañadas son una parte importante no solamente para el corredor biológico metropolitano, sino que es eslabón que permite conectar a Huentitán-río Santiago hacia el volcán de Tequila; la Conabio (Comisión Nacional para Conocimiento y Uso de la Biodiversidad), a través de su explorador bioclimático, la considera como un espacio natural de extrema prioridad, como sitio regulador de clima y de recarga de acuíferos”.

DESTRUCCIÓN INCIPIENTE

No todo es miel sobre hojuelas: una de las razones por las que los grupos ecologistas de Tesistán-Santa Lucía pidieron a la UdeG su intervención es la creciente presión sobre los recursos naturales de la sierra. Se han abierto ranchos en medio del bosque y, lo más preocupante, caminos rurales que no cuentan con manifestación de impacto ambiental, que en ese caso sólo puede conceder la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).

En esta zona forestal se han avistado especies animales incluidas en la NOM-059 (especies en categorías de riesgo de desaparecer), como el lagarto escorpión de monte (Elgaria kingii) con categoría de “protección especial”; la serpiente perico (Leptophis diplotropis), en categoría de “amenazada”. También es zona de reproducción de venado cola blanca (Odocoileus virginianus), pecarí de collar (Pecari tajacu), lince (Lyxn rufus), coatí (Nasua narica) y puma (Puma concolor), y avistamientos posibles de ocelote (Leopardus pardalis).

Entre las especies vegetales de la zona hay ejemplares de Agave guadalajarana y Mammillaria jaliscana, ambas catalogadas en riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), dada su calidad de endémicas (exclusivas) de México.

Declaratoria para el cerro, complicada

Mientras sale adelante el proceso de área natural protegida de Tesistán, la declaratoria del cerro El Tepopote, pese a tener apenas 10 por ciento de la superficie de la sierra vecina, se ha complicado por decisiones administrativas y políticas. La historia de ese decreto fallido comenzó en abril de 2017, cuando un incendio devastó más de 900 hectáreas.

Además de quedar obligados a imponer una veda de cambio de uso de suelo por 20 años, como lo señala el artículo 117 de la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, tanto el gobierno del estado como el gobierno de Zapopan, se comprometieron a generar un esquema de protección, pues esa montaña es el único punto en que sobrevive un importante corredor de fauna entre La Primavera y la barranca, borrado por la expansión de la ciudad de los últimos 30 años.

A partir del evento desastroso, la Secretaría de Medio Ambiente y Desarrollo Territorial (Semadet) construyó un estudio técnico justificativo (ETJ) para caminar a un decreto de “zona de restauración ambiental”, como el que se logró unos meses después para la zona de El Tajo, pero el gobierno municipal se opuso con el argumento de decretar un área natural protegida de carácter municipal.

Han pasado casi seis años y la declaratoria zapopana no llegó. Pero los intereses de urbanización siguen presentes: el Instituto de Pensiones del Estado de Jalisco (Ipejal), hoy en una seria crisis financiera, posee 400 hectáreas en las faldas del cerro que pretende desarrollar para paliar sus problemas económicos, aunque esté impedido por la veda de cambio de uso de suelo y la supuesta política opuesta a la expansión urbana que sostiene el Plan de Ordenamiento Territorial Metropolitano (PotMet), hoy bajo revisión. Agustín del Castillo

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