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La basura que crece

Hace apenas unos días, la recolección de basura se hizo notar, nuevamente por el cese del convenio con la empresa Caabsa Eagle en Guadalajara.

Aunque el gobierno tomó medidas para que el caos no fuera mayor, deja al descubierto que el modelo de producción y manejo de desechos quedó congelado de manera irresponsable en el tiempo desde el inicio de la concesión en 1994.

El modelo se hizo viejo pronto, especialmente porque no incluyó acciones clave para que ciudadanos y autoridades tomaran las riendas de sus responsabilidades en este gran problema de salud, de justicia, de democracia y de calidad de vida.

Por un lado, los ciudadanos del Área Metropolitana de Guadalajara aumentamos el volumen de residuos diarios por persona; en 10 años se tuvieron que requerir 130 camiones recolectores más para recoger nuestros residuos; y sólo llevamos a reciclar 4 por ciento. Incentivamos la producción de empaques plásticos sin presionar a las empresas para que reciclen los residuos que generan. Botamos basura tecnológica sin precaución por la contaminación del agua y suelo que ocasionan, y no hacemos composta para disminuir los lixiviados que producen tanto daño.

Por su parte, las medidas que tomaron las autoridades municipales y estatales también fueron ejemplo de fracaso para responder a la magnitud del problema. Por ejemplo, en 2010 se instalaron papeleras inteligentes en el Centro de la ciudad, pero fueron rebasadas por la producción de basura, problema que se repite en los recientemente instalados Puntos Limpios.

Los rellenos sanitarios sobrepasaron capacidad (por lo que cundieron los tiraderos); tampoco gestionaron las medidas para instaurar un modelo de separación de residuos, instalación de centros de acopio y generación de composta. Se permitió que atendieran más a unas colonias que a otras. También fueron débiles para exigir a las empresas productoras de residuos una política de reciclaje. Y a pesar de que en 2018 se generó un reglamento de manejo y disminución de residuos, éste no se cumple. Es decir, las autoridades desestimaron tanto su capacidad rectora en el tema como la participación de los ciudadanos a la atura del problema.

Los resultados son evidentes: los rellenos sanitarios no cumplen con las normas ambientales. Estamos contaminando el suelo, el agua y el aire. Especialmente los rellenos de Picachos, en Zapopan; Los Laureles, en Tonalá, y Enerwaste, en Zapotlanejo. Este modelo irresponsable cundió por todo el estado.

De acuerdo con el investigador Gerardo Bernache, sólo 10 por ciento de los municipios cuenta con un lugar adecuado para realizar ahí la disposición final de los residuos. Las empresas no se sienten partícipes de su responsabilidad en la producción de basura.

Autoridades, ambientalistas y críticos del tema reconocen que es urgente implementar una agenda integrada intermunicipal de los residuos con plena colaboración entre ciudadanos, empresarios, autoridades.

Sin esta colaboración no habrá presupuesto e infraestructura que abata la contaminación generada por la basura que producimos. Esta colaboración exige realizar ejercicios pedagógicos en serio. Lamentablemente no se observa la educación ambiental como eje en las políticas estatales ni municipales.

 

jl/I