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Gigantismo y depredación

En nuestra sociedad, contemplar límites del crecimiento se considera absurdo. Por ejemplo, al poner un negocio nadie se pregunta ¿cuánto es lo máximo que me voy a permitir ganar en él? Al contrario, crecer ilimitadamente habla del éxito digno de ostentar.

Sin embargo, esta máxima capitalista se topa al menos con una gran pared ambiental. Es decir, con los límites planetarios.

El cambio climático es la expresión de haber tocado los límites, entre otros, de los ciclos de los gases de la atmósfera. Hemos rebasado la capacidad de absorción y regeneración de los ciclos del carbono. En gran parte, por el crecimiento desmedido de las ciudades y de la producción industrializada.

Diríamos que ahora vivimos una tensión entre la alerta mundial para reducir las emisiones de carbono y una persistente inercia de nuestra sociedad a incrementar la demanda de energía.

Hasta ahora el balance de esta tensión no es favorable al planeta. De acuerdo con la Organización Mundial de las Naciones Unidas, en 2021 la Tierra sufrió un repunte histórico en la emisión de gases de carbono debido al afán de recuperar la economía después del Covid-19, aunque al mismo tiempo, la generación de energía limpia se incrementó como nunca.

Eso indica que cuando algún ramo del mercado crece de manera colosal es necesario calibrar este incremento. Es común que se presuma la riqueza económica que cierta actividad genera, pero también es indispensable hacer notar la voz crítica que denuncia el precio del gigantismo. El resultado de notar esta tensión debe ayudar a romper y cambiar la inercia de la producción depredadora.

Jalisco preocupa en ese sentido. Desde 2016 se le ha llamado “El gigante alimentario” de México. Entonces aportó 11 por ciento del producto interno bruto del país y sus productos se destinaron a 67 países. La tendencia continúa.

Sin embargo, el costo de esta producción ha sido devastador. Ejemplos de ello son los cultivos industriales de berries y de aguacate. Jalisco concentra 29 por ciento de la superficie nacional que produce frutos rojos, de acuerdo con las autoridades federales. Los habitantes de estas zonas han denunciado la sobreexplotación de acuíferos y la desaparición de polinizadores por la deforestación que provocan estos cultivos y también por el cultivo de aguacate. Las organizaciones ambientalistas jaliscienses llamaron a los candidatos a la gubernatura del estado a rechazar el nocivo discurso de Jalisco como gigante agroalimentario por sus efectos depredadores.

Este 11 de octubre se celebró en nuestro país el Día Mundial del Huevo. La celebración busca “seguir incentivando más su consumo”. El impacto ambiental se vincula con la imposición de una mono dieta mundial que merma la diversidad biológica y culinaria. Se suman a ello las voces que denuncian las infames condiciones de sufrimiento animal en la mayoría de las granjas.

Si Jalisco presume de su industria agroalimentaria está igualmente obligado a generar y asumir políticas ejemplarmente ambientales y éticas en su producción, de tal dimensión que cambien la inercia de la depredación y limiten los intereses económicos de corto plazo en su territorio.

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