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Pedagogía de la basura

Producir basura es perjudicial. En la trágica inundación de Chalco, 500 toneladas de basura formaron un tapón de dimensiones colosales. Pero lo es también por la contaminación que causa al suelo, al agua y a la atmósfera, especialmente por su importancia en los gases que calientan la atmósfera.

En Jalisco, cada tapatío produce 40 gramos más del promedio mundial de basura con tendencia a incrementarse. Es decir, generamos 1.13 kilogramos de basura al día, en promedio, con un alza de 2 a 3 por ciento anual, especialmente en la urbe. Esto llevó a sumar 130 camiones recolectores más en 10 años, de acuerdo con datos del CIESAS.

¿Cómo aprendemos a producir basura sin freno, sin pudor, sin pena por las tragedias que ocasiona, sin prever eliminarla?, con tanta necedad.

Desde muy chicos, en la escuela nos enseñamos a producir basura, especialmente la menos deseable (no degradable) y a no obligarnos a reciclarla; esto dice el resultado de auditorías escolares que realizó la Procuraduría Federal del Consumidor en 2022. También aprendemos que todo va a la basura sin clasificar y sin pena; en 2017 un estudio de la Secretaría de Educación Pública demostró que 60 por ciento de los libros de texto gratuitos se botan directamente a la basura al terminar el ciclo.

Ya como ciudadanos aprendemos la indolencia. Nos queda claro que no hay un marco jurídico que nos responsabilice de manejar (desde las compras, y en casa) los residuos o a reducirlos, sino que esto es competencia de las autoridades y de intereses creados para que funcione el negocio de la recolección y la pepena de basura. Las autoridades, por su lado han delegado su responsabilidad concesionando los servicios privados, con desastrosos resultados y siguen sin comprender su fracaso.

Aprendemos también a no percibir en nosotros el efecto ambiental-psicológico causado por echar las bolsas de basura en las calles. Una investigación realizada en 2006 en Caracas destaca que este panorama estimula conductas extremadamente individualistas y que transfiere la responsabilidad a otros. Lo que se traduce en conflictos permanentes.

Si bien desde hace casi 30 años se desplegaron en México las campañas de las tres “R” (al menos: reducir, reusar y reciclar), los indicadores para ejercitar esta campaña en nuestros hábitos no han sido suficientes para crearlos y reforzarlos. Un Estudio de la Universidad de Guadalajara del 2024 demuestra que la infraestructura para el manejo de los residuos es obsoleta, y que faltaría un enfoque sustentable que disminuya la generación y potencialice el reciclaje de los residuos. El estudio además señala que la gestión intermunicipal de los residuos debe ser contemplada para articular la infraestructura, los servicios y los marcos normativos, lo que deriva en la estimulación de la participación de los habitantes.

La crisis de la basura en Jalisco impide continuar minimizando un programa social educativo articulado, que descoloque los vicios ya adquiridos. Sin él nunca aprendemos a disminuir o a eliminar o a separar la basura desde los espacios vitales en la ciudad.

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