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De qué nos quejamos

El Instituto de Astronomía y Meteorología (IAM) de la Universidad de Guadalajara informó que el martes pasado se alcanzó la temperatura máxima histórica para un mes de junio desde que comenzaron los registros en sus instalaciones. El termómetro llegó a los 38 grados a las 16:10 horas. Ya unos días antes, el 2 de junio, había llegado a 37.6.

Hay que considerar que el registro se realiza a la sombra, a cierta altura del suelo y en un lugar ventilado. Además, el IAM se encuentra a unos metros de la Glorieta Minerva, una de las zonas arboladas que quedan en la ciudad. En Tlaquepaque, uno de los municipios con menos árboles la temperatura ha llegado a los 39 grados.

Si además nos encontramos bajo el rayo del Sol, dentro de autos y unidades del transporte público o en espacios poco ventilados la temperatura es todavía mayor, como documentaron muchos tapatíos que compartieron fotografías de termómetros en diversos lugares.

El calor ha sido el tema de conversación. Nos quejamos de lo “insoportable” que resulta en estos días. Sin embargo, reflexionamos poco sobre la responsabilidad que tenemos en generar estas altas temperaturas. Es verdad que la ola de calor tiene que ver con fenómenos climatológicos a gran escala y que es también consecuencia del calentamiento global al cual, por cierto, contribuimos.

Pero hay además una escala micro en la que los principales responsables somos nosotros. Un sencillo caso ejemplifica lo que pasa a gran escala en la zona metropolitana. Vivo en una casa, en una avenida de Zapopan. Las normas urbanas señalan que aquí hay que dejar una zona de jardín entre la banqueta y la calle; una servidumbre.

La cuadra en la que vivo muy larga. Tiene 57 construcciones o lotes, sumando las dos aceras de la avenida. Cuando llegué a vivir aquí, en 1998, la mayoría de los terrenos contaba con la servidumbre en la que había jardín o simplemente tierra con plantitas silvestres. Al paso de los años poco a poco estas áreas verdes han ido desapareciendo para ser cubiertas con cemento y otros pisos impermeables.

De los 57 terrenos, 37 han cubierto las servidumbres de cemento. Esto significa que en 65 por ciento de las banquetas no hay ni un centímetro de áreas verdes y mucho menos un árbol. Otras siete de ellas conservan la servidumbre con jardín y 13 tienen un árbol o palmera.

Poco a poco se va deforestando la zona. En los últimos meses tumbaron dos palmeras en la cuadra y hace unos años cortaron ocho cipreses para hacer una plaza. A la vuelta convirtieron una casa grande en varias casas pequeñas. Eliminaron dos árboles. En contraesquina de ésa remodelaron otra vivienda y quitaron otros cuatro. En una unidad deportiva cercana el propio Ayuntamiento de Zapopan cubrió de cemento un pequeño jardín.

Es obvio que la diferencia de temperatura entre las zonas de cemento y los tramos con árboles y servidumbre con jardín es significativa.

En la cuadra han puesto también negocios en lugares que fueron casas y han construido centros comerciales en terrenos que estaban previstos para una o dos viviendas. Las áreas verdes se convierten en estacionamientos.

Esto que ocurre en una sola cuadra se repite en toda la ciudad. Y luego nos quejamos del calorón. Conocemos las consecuencias de las acciones, pero en aras del interés particular o el negocio estamos dispuestos a sacrificar las áreas verdes. Entonces no nos quejemos.

Especialistas pronostican que el intenso calor tendrá su correlato en tormentas muy fuertes. Vendrán entonces las inundaciones con sus respectivos daños que, en parte, son también consecuencia de la destrucción de áreas verdes. Y entonces nos quejaremos nuevamente, aunque seamos corresponsables de estos efectos.

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jl/I