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‘El After’

La guerra contra los cárteles de la droga es una estrategia que ha fracasado.

Nunca habían sido tan altas las cifras de producción y consumo de sustancias consideradas ilícitas. Cerca de 300 millones de personas en el mundo utilizan algún estupefaciente, según el Informe Mundial sobre Drogas 2023 de la Organización de las Naciones Unidas; 23 por ciento de incremento en la última década.

En nuestro país se vive una de las caras más violentas del mundo de este problema. Preocupan los niveles de crecimiento, control del territorio y violencia que ejercen las organizaciones criminales vinculadas con la producción y el comercio de sustancias.

En medio de la confrontación entre cárteles, la semana pasada se confirmó que en el municipio jalisciense de Teocaltiche han sido utilizados drones para arrojar explosivos y también fue asegurado un coche bomba. La región de los Altos de Jalisco es una de las zonas donde el autonombrado Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se disputa el control del territorio con las autoridades y el Cártel de Sinaloa, con constantes enfrentamientos armados en espacios públicos y las afectaciones para la población civil.

Pero a estas alturas ya es incorrecto hablar de grupos del narcotráfico. Hace tiempo que estas organizaciones criminales incursionaron en otro tipo de actividades. Tras la desaparición y el asesinato del ganadero Víctor Ponce y su trabajador Fernando García, el periodista Agustín del Castillo nos explicó recientemente –en las páginas de este diario– la forma en que el crimen organizado se adueñó de la producción bovina en el norte del estado, única región jalisciense donde se puede exportar ganado a Estados Unidos. Los grupos criminales también controlan la tala clandestina en la región Costa y Sierra Occidental, o mantienen vínculos con la minería en los límites del estado con Colima y Michoacán.

Desde hace años, estos grupos hacen negocio con la explotación sexual, el tráfico de armas o de productos como los cigarros apócrifos que son comercializados sin autorizaciones sanitarias. Pero a través del lavado de dinero, las células criminales participan prácticamente en cualquier actividad económica del estado.

Revisé la lista de empresas y personas jaliscienses sancionadas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos por encontrarse vinculadas con el financiamiento de grupos criminales y hay al menos 225 entidades.

Aunque están identificados sus domicilios y razones sociales, operan a plena luz del día estudios arquitectónicos, productoras agrícolas, instaladoras de alarmas, transportadoras, constructoras e inmobiliarias, despachos de abogados, spas, hoteles, restaurantes, bares, farmacias, laboratorios, gasolineras y negocios prácticamente de cualquier giro que están vinculados con grupos del crimen organizado (sin que necesariamente lo sepan sus clientes).

Con unos cuantos clics y búsquedas en el Registro Público del Comercio es sencillo encontrar las personas socias de dichas empresas y detectar conexiones incluso directas con funcionarios y políticos. Pero aun así no hay mucho trabajo de parte de las autoridades para desmontar toda la maquinaria empresarial que sostienen estas redes criminales que alcanzan niveles transnacionales.

La trama que está en el fondo y detrás de la fracasada política pública frente a las drogas, y que paradójicamente ha hecho posible el fortalecimiento y crecimiento de los grupos criminales, es el prohibicionismo. Se declaran ilegales ciertas sustancias, se criminaliza al consumidor y se promueve el abstencionismo como la única alternativa para quienes utilizan las sustancias.

Justo es este enfoque prohibicionista el que llama a cuestionar la periodista Mariana Mora en el pódcast El After, una serie de investigaciones y entrevistas donde profundiza alternativas para repensar las drogas, sus efectos en los cuerpos y políticas que avanzan en otros países con enfoques de salud, libertad, educación y derechos humanos.

Si como sociedad no buscamos otras formas para actuar frente a las drogas, continuaremos con los mismos resultados fallidos: cada vez más consumo problemático de sustancias y grupos criminales más fuertes controlando con violencia nuestros territorios.

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@RumorDiscordia

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