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Dante, Alfaro, Lemus y Clemente: el drama naranja rumbo al 24

Los políticos hacen cálculos considerando dos variables: poder y capacidad de influencia. De acuerdo con algunos teóricos y filósofos de la política, de eso se trata la condición humana. Nadie se quiere quedar fuera de la jugada, a todos les interesa mantener o acrecentar el control que ya tienen sobre otros actores e instituciones, aun cuando tengan que pasar por encima de sus propias ideologías, agrupaciones o partidos, máxime cuando la capacidad corporativa de estos últimos es prácticamente inexistente. La disciplina es aquí el factor determinante.

Desde la perspectiva democrática, cuando mayor fuerza institucional tienen los partidos las posibilidades de que un solo actor determine el rumbo de la nave se reducen considerablemente. Sin embargo, en el mapa político nacional de nuestros días la nueva versión de partidos políticos, representada por Morena y MC –autodefinidos como movimientos y no como institutos–, los muestra muy débiles frente a cierto tipo de liderazgos. Lo que sucede actualmente en MC a nivel nacional expone claramente esta condición.

El viernes pasado, Enrique Alfaro, uno de los liderazgos determinantes de MC, declinó la posibilidad de ser candidato a la Presidencia y aprovechó para despotricar contra el proyecto de nación de la 4T, contra la forma en que se está organizando la alianza opositora y contra las decisiones del coordinador nacional de su propio partido, Dante Delgado. El gobernador de Jalisco no dejó mono con cabeza y, días después, siguiendo el mismo guion, afirmó que detestaba a los partidos políticos y que nunca ha militado en MC.

Las declaraciones de Alfaro y las muestras de apoyo del senador Clemente Castañeda a la candidatura de Xóchitl Gálvez bastaron para cimbrar los cimientos de MC y le descompusieron el discurso a Dante. Las reacciones no se hicieron esperar.

El líder nacional de MC y Samuel García, gobernador de Nuevo León, se apresuraron a corroborar que con el PRI y la alianza “no irían ni a la esquina”, en tanto que Alfaro y Castañeda coquetearon con la posibilidad de sumarse a un frente amplio que compita contra Morena en la elección de 2024. Para rematar, hace un par de días Dante Delgado se autodestapó como aspirante a la Presidencia de la República, lo que representaría un suicidio político para Movimiento Ciudadano.

Ante la debilidad institucional de MC es evidente que tanto Alfaro como Delgado saben que sus decisiones y señalamientos públicos definirán el futuro del partido, al margen de los órganos internos. La determinación de Dante, Alfaro, Samuel y Castañeda definen más que los consejos estatales y nacionales.

En Jalisco, la noticia de que Alfaro no jugaría la presidencia –factor que le habría beneficiado a MC pensando en la elección de gobernador– le cayó como un balde de agua helada a Pablo Lemus, quien entiende que si Enrique se queda a cerrar su administración y a controlar la sucesión sus posibilidades se reducen. Sin embargo, Dante seguirá intentando quedarse con Jalisco a través de la figura de Lemus. Alfaro, por su parte, quiere garantizar la viabilidad de su proyecto de la mano de Clemente Castañeda.

Dicho de otra forma, para los naranjas no podría estar más complejo el panorama hacia 2024 en Jalisco. Por una parte, Dante y Alfaro se necesitan porque MC sin Jalisco estaría en riesgo de perder el registro; y, por otra, el alfarismo no se puede entender sin la firma del partido. Dante se desentendió del sueño de llevar a MC a consolidarse como la tercera vía y centró su atención en el control inmediato del partido y mirando hacia 2030 con Colosio y Samuel como piezas fundamentales de su proyecto, en ese orden.

En Jalisco, Pablo Lemus sigue siendo el mejor posicionado en las encuestas. Sin embargo, Clemente se ha acercado y, en este drama naranja, demostró que es un actor nacional, Pablo no.

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