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Claudicar con el narco como estrategia (II)

Sé de antemano que los lopezobradoristas moderados se irritan especialmente cuando se compara el régimen que pretende construir Andrés Manuel López Obrador en México, con el desastre social, político y económico de los Chávez y Maduro en Venezuela. Pero otros, los del ala radical, que en términos de sentimientos no son pocos, toman como reto la construcción de ese “socialismo del siglo XXI”. La cosa es que México se ha deslizado, en el ámbito de la seguridad, en una peligrosa pendiente que la experiencia de ese país en los últimos 20 años debería ayudarnos a comprender, y sobre todo, prevenir.

Joaquín Villalobos, ex miembro del Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador, y asesor de importantes gobiernos latinoamericanos tras su conversión a la democracia, es lúcido observador de la realidad de esta región del mundo. Vale la pena citar in extenso su artículo “Soberanía criminal”, publicado en Nexos, donde reflexiona sobre el modo en que los criminales se apoderaron de buena parte del territorio de ese país… con la complaciente teoría chavista de que eran “víctimas” de la pobreza. Es decir, abrazos y no balazos.

“El primer derecho humano es la seguridad, porque ni la salud ni la educación ni las libertades más esenciales tienen sentido si se vive amenazado y con miedo. La primera responsabilidad del Estado es proteger la vida, la tranquilidad, las libertades y el patrimonio de todos los ciudadanos. El Estado nunca debe renunciar a su obligación de proteger a las personas y perseguir al crimen. Tolerar, pactar formalmente o de hecho con criminales, implica quitarles la paz a los ciudadanos para dar tranquilidad a los delincuentes. Esto significa que el Estado cede territorios, población y soberanía al crimen”, refiere.

“La política de seguridad de la Venezuela de hoy arrancó en 1999 con la siguiente declaración pública de Hugo Chávez: ‘Si yo fuera pobre, yo robaría’. Los delincuentes eran para él víctimas de la injusticia social. El problema es que esta idea derivó en tolerancia a los delincuentes y en indiferencia hacia las víctimas de los delitos, que eran gente pobre y de clase media. Chávez reformó la seguridad pública politizándola, desmantelándola y militarizándola. Los opositores políticos fueron considerados más peligrosos que los criminales. La oposición fue perseguida, la delincuencia tolerada y el Estado debilitado” (¿a poco tan diferente de lo que viene pasando por acá?).

De esta manera, “Venezuela es un espejo cuasi perfecto de lo que un país no puede hacer sin destruirse. O de lo que debe hacer si quiere destruirse. Uno de los errores graves en ambos sentidos es ver el crimen como una expresión de la pobreza y asumir que hay una relación causal entre uno y otra, de modo que el crimen no se reducirá mientras no se reduzca la pobreza, al tiempo que combatir el crimen es en cierto modo agravar la injusticia, ser insensible y ciego a las raíces sociales del crimen”. Sin olvidar la enorme injusticia que se comete para con los pobres, al tildarlos de criminales a priori. Eso en un régimen de extrema derecha se toma por cierto y se les persigue sin piedad.

Joaquín Villalobos hace el recuento en este lúcido ensayo de la forma como Venezuela, “partiendo de esta visión, empezó por no combatir al crimen, luego por combatirlo mal, quedando finalmente a su merced, en una extraña, cómplice y aberrante convivencia de soberanías: la soberanía del Estado y la soberanía criminal. La historia de la soberanía criminal que se ha instalado en Venezuela tiene mucho que decir a otros países, a México en particular”, señala el editor. El texto se puede leer en https://www.nexos.com.mx/?p=60134.

Hay otros artículos del ex guerrillero: “La gran estafa bolivariana” (https://americanuestra.com/joaquin-villalobos-la-gran-estafa-bolivariana/) y “Nuevos mitos de la guerra contra el narco” (https://www.nexos.com.mx/?p=14631) que complementan este desolador panorama de violencia, feudalización y desastre social que es hoy el país con las mayores reservas petroleras del mundo. Sin duda, espejo para México.

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